domingo, 1 de diciembre de 2013

CON FILIPINAS


COMO MUCHOS SEGUIDORES DEL BLOG HEMOS COLABORADO CON INTE-RED PARA AYUDAR A FILIPINAS, CUELGO LA PÁGINA DE UN MIEMBRO DE LA INSTITUCIÓN EN LA QUE RELATA SU EXPERIENCIA DEL PASO DEL TIFÓN "YOLANDA"
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ASCUAS DE ESPERANZA: EXPERIENCIA DEL TIFÓN YOLANDA EN FILIPINAS
AKLAN/ SOUTHDOWN. Filipinas, Canadá.

Relato de la vivencia del tifón Yolanda. Viento, lluvias, miedo y devastación. Hambre, impotencia y a la par solidaridad y paciencia para reconstruir. Hablar de esperanza, pero sobre todo ser esperanza a través del servicio y la presencia.



El vuelo de Filipinas a Toronto me ha dado la oportunidad de reflexionar sobre lo que sucedió durante las últimas dos semanas, cuando yo estaba con mis padres y otros miembros de la familia en Aklan, una de las provincias devastadas en Visayas durante el súper tifón Yolanda. La imagen y el sonido del viento feroz se quedó en mi mente. Las lágrimas me brotan al recordar las historias de miedo, las pérdidas, la impotencia y la supervivencia de las personas cercanas y lejanas. Unos sentimientos profundos surgieron en medio de la pobreza, el sufrimiento insoportable y la devastación del medio ambiente. En el proceso de reflexión sobre los acontecimientos, la esperanza se encendió y sus brasas surgieron en medio de la muerte y la destrucción.

La furia del viento

El pasado 8 de noviembre de 2013 tuve el 'privilegio' de presenciar la furia del súper tifón Yolanda en Filipinas. Antes de ese día, yo era consciente de que este tifón pasaría por Aklan, provincia natal de Emma Melgarejo, Vicki Geraldo, Ting Mapeso y mía. Estuve al tanto de los planes de movilización y evacuación organizados por el gobierno local. Dos días antes del 8 de noviembre vi que la gente tenía pánico. Se agotó el suministro de velas, queroseno, agua embotellada, fideos, sardinas y otros productos básicos en Kalibo.

El jueves, 7 de noviembre, algunas escuelas cancelaron las clases, ya que anticipaban lluvias e inundaciones. Sin embargo, ese día era caluroso, húmedo y soleado como cualquier otro día. El viernes por la mañana la vida era como de costumbre en casa de mis padres, incluso cuando la lluvia empezó a caer. Al mediodía se sintieron fuertes ráfagas de viento. Fue entre la 1:10 y las 3:45 de la tarde, aproximadamente, cuando la furia del viento golpeó Aklan. Mirando a través de la ventana vi el movimiento del viento como si fuera un tornado. El viento feroz arrancó de cuajo árboles centenarios Sampaloc y mangos de nuestros vecinos. Entonces les tocó a nuestros árboles frutales -cocoteros, la macopa, el rambután y lanzones, y el último fue nuestro árbol de mangos-. En cada racha de viento, yo cerré los ojos y susurré oraciones pidiendo protección. Nunca he visto y experimentado nada como esto y tampoco mis padres en toda su vida.


Como parte de nuestra práctica espiritual en familia, el rezo del rosario delante de Nuestra Señora fue consolador y reconfortante. Recordé recitar cuatro decenas del rosario dirigidas por mi padre mientras escuchábamos y esperábamos que pasara el vórtice de la tormenta. Todos nos acurrucamos en el salón delante de la Virgen con mis padres y la familia de mi hermano. Tres horas parecían interminables. Tres horas parecieron eternas, vacilando del temor y la preocupación a la esperanza segura de que iba a pasar pronto. Y desde las 4 de la tarde hasta la noche hubo un silencio ensordecedor y oscuridad.

En casa, los árboles nos habían protegido

Al día siguiente vi que estábamos abrazados por los árboles. De hecho nos habían protegido. Ni una sola pieza de nuestra propiedad fue dañada, excepto nuestros árboles frutales. Salí y caminé por el barrio. Cinco de las casas de nuestros vecinos resultaron gravemente dañadas o destruidas, pero nadie resultó herido. El techo de la cocina en casa de mi otro hermano, un poco lejos de la casa de mi padre, fue dañado como el techo de la casa ancestral de mi madre. Al pasar los días vi muchas casas destrozadas.

El camino era intransitable por los árboles que caían. Sentí la impotencia de la gente mientras vagaban alrededor. Y pensé que para dar un sentido de orden en nuestra calle y tratar de enfocarnos lo mejor sería reunirnos y hablar con nuestros vecinos sobre lo que podíamos hacer. Le pedí al alcalde que nos proporcionara una sierra para que los hombres cortaran los árboles caídos a lo largo de la calle. Nos comprometimos a ayudar financieramente proporcionando petróleo. La gente ayudó a quitar los obstáculos y en la limpieza - los niños, los jóvenes, los hombres y mujeres del barrio se unieron durante días-. Proporcionamos alimentos y pagamos a los que habían ayudado para que ellos tuvieran dinero para comprar las cosas que necesitaran. Ayudamos en efectivo o en especie lo mejor que pudimos. Ayudé con mi presencia lo mejor que pude. En un momento me sentí abrumada e impotente porque no tenía nada que dar. A pesar de las limitaciones de no ser capaz de ayudar plenamente, consideré la experiencia providencial. ¡Fue bueno estar en casa!

Lo único que lamento es mi ausencia en el Ashram durante el tifón. Nuestros pensamientos estaban con este hermoso refugio a lo largo de la costa de Buruanga, a una hora en coche de la casa de mis padres. Había miedo y temor de que el Ashram hubiera sido destruido. Providencialmente la cocina, las ventanas de la capilla y parte del techo fueron parcialmente dañados. Fui a visitar a las familias de nuestros miembros IT y ellos están bien. Gracias a Dios, todos estuvimos a salvo y el daño no fue muy grande.

Sentimiento de "víctimas olvidadas". Más de 37000 familias perdieron totalmente sus casas

En realidad, la provincia de Aklan fue gravemente golpeada, dejando un rastro de enorme devastación. Según el último informe, más de 400.000 se han visto afectados; más de 37.000 familias perdieron completamente sus casas; más de 44.000 familias tuvieron sus casas parcialmente destruidas; los cultivos agrícolas fueron dañados extensamente; y el número de muertos llegó a 11 (informe parcial según el 13 de noviembre, 2013). Las víctimas del tifón tienen hambre. Muchos se han quedado sin hogar. Nuestro pueblo no ha estado recibiendo la atención de los medios y sienten que son las "víctimas de Yolanda olvidadas."

Cuando salí de Aklan el domingo, 17 de noviembre, nuestra provincia y algunos lugares de las provincias vecinas no tenían electricidad. Los precios de los productos básicos, especialmente los materiales de construcción, se dispararon enormemente. Sacar dinero de los bancos fue muy difícil. Los que necesitaban insulina para la diabetes tuvieron que comprar cajas de hielo a cinco horas de mi ciudad. Ubicada en tiendas de campaña temporales o en centros de evacuación con todos sus inconvenientes, la gente sigue su ritmo normal de vida después de Yolanda. Fue una poderosa experiencia de impotencia. Al mismo tiempo, nos sabemos de memoria que los filipinos son un pueblo resistente. En medio de la devastación, la esperanza de la gente y la paciencia para reconstruir es una experiencia sentida por todos.

Quise comunicarme y no pude.

Como me quedé en casa con mis padres, yo sabía que los amigos y miembros de IT por igual estaban preocupados. Quise comunicarme pero no pude. Sabía que estabais orando por nosotros y lo sentí. Os agradezco profundamente vuestra solidaridad y apoyo, no sólo hacia nosotros a quienes conocéis, sino también por nuestros compatriotas y mujeres de las provincias de Leyte, Samar, Iloilo, Capiz y Antique.

Más que hablar de esperanza hay que “ser esperanza”

Este es mi cuarto día de trabajo aquí en Southdown en Canadá. Poco a poco estoy viendo las imágenes de la devastación a través de internet. Mis amigos y colegas se alegran de verme de nuevo. Amigos y colegas, hombres y mujeres de buena voluntad dan apoyo y ayuda. Mientras intento articular el significado de esta experiencia vuelvo a la imagen de "agitar las brasas". Sin duda, debemos remover las brasas de esperanza para el pueblo de Filipinas. Sin duda debemos nutrir la esperanza en los lugares donde el cansancio y la desesperación se han asentado. Incluso más que hablar de esperanza, tenemos que "ser esperanza". Por supuesto, a través de nuestro servicio. Pero aún más a través de nuestra presencia. ¡Chispas de esperanza! Eso es lo que somos y lo que tenemos que ofrecer.

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