lunes, 14 de abril de 2014

CONFERENCIA DEL Prf. PÉREZ GÓMEZ

AGRADECEMOS al profesor D. Rafael Pérez Gómez  Universidad de Granada
El habernos facilitado el texto de la conferencia que impartió en el Centro C. Dari el 5 de febrero
          Ser persona

De época antigua data el conocido enigma de la esfinge. Cuenta la leyenda que en una colina situada en las proximidades de la ciudad de Tebas había una esfinge que planteaba un enigma a todos los caminantes que pasaban por allí. Para quienes no contestaran correctamente a la pregunta, el castigo era ser devorados por la esfinge. El premio para quien adivinara la solución era la mano de la reina de Tebas y el trono de la ciudad. La esfinge fue devorando, caminante tras caminante, a todos los que se atrevían a pasar por allí. Hasta que cierto día llegó hasta el lugar Edipo y, como siempre, la esfinge le planteó el enigma:
"Se mueve a cuatro patas por la mañana,
camina erguido a mediodía
y utiliza tres pies al atardecer.
¿Qué cosa es?"
Y Edipo respondió correctamente, con lo cual, no sólo no fue devorado, sino que recibió el premio prometido y se casó con la reina de Tebas. Su matrimonio no fue precisamente feliz, pero esa es otra historia.
Respuesta: Un ser humano (hombre o mujer).



Mas establecer las características del ser humano no es ni tan simple, ni tampoco tan fácil como pretendía hacernos creer Blaise Pascal  (s. XVII), matemático, físico, escritor y filósofo cristiano, cuando dijo:
“¿Qué necesidad hay de explicar lo que se entiende con el vocablo hombre?
¿Acaso no se sabe lo que se quiere significar con este término?”
Conviene repasar qué es lo que realmente caracteriza a un ser vivo como “humano”.
Si bien es cierto que cualquiera entiende el significado del vocablo no lo es menos el que existe una gran variedad de matices dependiendo de quien dé una definición que, necesariamente, estará basada en la enumeración de una serie de características.
En mi intervención del año pasado en este mismo foro, puse de manifiesto la belleza profunda del cuerpo humano y cómo la Arquitectura la ha interpretado en sus creaciones. Hoy pretendo analizar la principal dimensión que todo ser humano posee y que le caracteriza: la de ser persona.
Desde el punto de vista biológico, un hombre es aquel ser humano que, producto de la fertilización del óvulo por parte de la célula espermatozoide, porta los cromosomas XY. Si porta los cromosomas XX, este ser humano es una mujer. Es en este marco donde la ciencia médica ha distinguido históricamente entre el sexo genital (presencia de pene y testículos o de vagina y ovarios), el sexo cromosómico o genético (XY para definir a un varón y XX para una mujer) y el sexo “social o cultural” que es el “género”.
La ideología feminista de gender se extiende a partir de la década de los sesenta del pasado siglo. Según ella, la masculinidad y la feminidad no estarían determinadas fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Mientras que el término «sexo» hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término «género» proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a una naturaleza «dada», sino que serían meras construcciones culturales «hechas» según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos («roles socialmente construidos»).
Por consiguiente, la definición de “hombre” o “mujer” alcanza niveles de complejidad inusuales en comparación con otras etapas de la Historia, y debe abarcar tanto los clásicos aspectos de la Biología y la Anatomía como las novedades en relación con aspectos psicológicos, conductuales, sociales, culturales y antropológicos.
Conviene, pues, adoptar una óptica mucho más amplia para proceder al análisis que hoy me ocupa. En consecuencia, lo haré desde la Filosofía, una ciencia (conocimiento de las cosas por sus causas, de lo universal y necesario) que se viene practicando, desde la época de los griegos o era clásica.
Históricamente, para los filósofos el ser humano tiene “alma” como característica esencial.
Platón (427-347 a.C.):
«Los seres humanos son capaces de conocer ideas universales, como verdad o bondad; esto es posible porque el alma humana tiene un modo de ser similar al de esas ideas, pues esas ideas son incorruptibles. El alma es incorruptible, y por tanto inmortal.»
Su discípulo, Aristóteles (384-322 a.C) es el inventor, en Occidente, del concepto del alma como primer principio, primera fuerza o energía, que da origen a la vida, a la sensación y a la intelección:
«Todas las funciones del psique animal o vegetal se encaminan al mantenimiento en vida del propio organismo. Por tanto, cuando ese cuerpo muere, toda la finalidad de la psique se termina. Sin embargo, en el ser humano hay funciones de la psique o alma que no se encaminan al beneficio corporal. Por eso, cabe pensar que cuando muere el cuerpo humano, esas funciones perviven de alguna manera.»
Tomás de Aquino (s. XIII):
«Los seres humanos no sólo conocemos imágenes, sino conceptos. Estos son incorruptibles; si nuestra alma los conoce es por ser similar a ellos, por tanto incorruptible e inmortal.»
Pascal (s. XVII) dice que:
«El ser humano es un espíritu unido a un cuerpo, tiene una fachada corporal que manifiesta su mundo interior espiritual.»
Más recientemente, Max Scheler, el filósofo de la persona y de los valores, que nació en Munich (1874), estudió Filosofía en la universidad de Jena, tuvo como maestros a Rudolf Eucken y a Otto Liebmann y fue en quien se fijó Karol Wojtyla para hacer su tesis doctoral, estableció que:
«El “espíritu”, lo que los griegos llamaran “razón”, es un concepto que explica lo humano. El acto espiritual es la “ideación”, es decir, la forma en la que el espíritu despliega su actividad.»

Llegados a este punto hay que añadir una característica más: la libertad.
Tomás de Aquino (s. XIII) daba otra definición:
«El ser humano es el ser que elige sus propios fines.»
Kant (s. XVIII) dijo que lo que el ser humano hace con su libertad (Ciencia, Arte, Derecho, Religión) es algo más que Biología.
Frente a estas posturas nos encontramos las que sostienen las escuelas materialistas.
El marxismo considera que tanto el hombre como la mujer no son más que materia llegada a un alto grado de evolución.
El mecanicismo a este respecto es similar al marxismo, negando -como el marxismo- la libertad humana al decir que es consecuencia de puros condicionamientos. El marxismo es mecanicista; si bien abarca más aspectos que el mecanicismo.
Sin embargo, es evidente que el ser humano, desde su naturaleza libre, es capaz de cambiar su propia vida. No es correcto explicar al ser humano sólo desde sus necesidades, sino también desde sus posibilidades y aspiraciones.
En suma, excepto para el pensamiento materialista, el ser humano es inteligente y libre, es decir, un ser capaz de resolver problemas.
¿Puede tener esas características una máquina?
Se hace necesario dar un paso más y retomar lo que aportara Nietzsche (s. XIX) cuando afirmó que:
«El ser humano es el ser capaz de definir su proyecto de vida. Pensar y planear su futuro, determinar sus propios fines (dentro de su libertad limitada).»
Es obvio que esto no lo puede hacer una máquina.
Sí, los seres humanos tenemos la capacidad de preguntarnos acerca de nuestra existencia:
¿Quiénes somos?
¿Hacia dónde vamos?
¿Cómo debemos orientar el futuro?
BOSÓN DE HIGGS
En la actualidad, el ser humano ha alcanzado un altísimo nivel de inteligencia como resultado del perfeccionamiento de su dotación biológica y anatómica y de su evolución sociocultural y ha llegado a dominar prácticamente el mundo en donde vive a nivel micro y macrocósmico poniendo orden en el aparente caos que le rodea.
Sin embargo, el ser humano puede ser el animal más brutal, llegando a trastocar el orden natural por su propia libertad de elegir. Esto lo corrige porque posee otra característica: es un ser moral -distingue el bien del mal (el animal no tiene moralidad), tanto para sí mismo como para los demás porque es capaz de ponerse en el lugar de otros y comprender- tiene la capacidad de elegir el camino a seguir para dar respuesta a estas preguntas.
NEURONAS ESPEJO
Entre los seres humanos hay una relación social mediante la cual se reparten y comparten bienes, o males.
a) Hay bienes que pueden es ser repartidos; por ejemplo: una tarta.
b) Hay bienes que sólo se pueden compartir, porque pueden ser disfrutados simultáneamente por un número indefinido de individuos; por ejemplo: las ideas de alguien.
Los bienes del primer tipo son materiales. Los bienes inmateriales son los del segundo tipo pueden ser llamados bienes del espíritu. Estos últimos bienes cuando se comparten, lejos de disminuir aumentan, por ejemplo, la alegría tiende naturalmente a comunicarse, y al compartirla con otro se multiplica. Lo mismo ocurre con el saber: sólo hay progreso cuando se transmite. Compartir es más personal que repartir. Compartir es señal de presencia del espíritu.
Los bienes compartidos son comunes y propios de los seres humanos. La vida social se basa en la existencia de lo común.
La forma más intensa de compartir que se da entre las personas es el amor, mediante el que se comparte con otros todo lo que la persona es, siente, busca, realiza y da. El amor es la forma más rica de relación entre las personas.
Es decir, además de seres racionales con espíritu somos seres con sentimientos y emociones, somos seres que poseen una inteligencia emocional que también hay que cultivar.

Cuerpo y alma, inteligencia y libertad, comprensión y moralidad. A medida que evolucionamos del yo, como individuo, hacia un nosotros el ser humano va acercándose a la manifestación de su dimensión principal: la persona.
Se hace necesario, pues, dar un paso más y llegar al concepto de persona.
El término persona proviene del término griego prosopon, que hace referencia a la máscara o careta que se colocaban en escena los actores; la transposición latina personare, también se refería a la careta que se utilizaba para incrementar el volumen de la voz. Así, el primer uso del término persona fue en el mundo del teatro; después se extenderá al mundo de la filosofía, del derecho, etc.
Otra explicación etimológica afirma que persona proviene de persono que viene del infinitivo personare que significa hacer sonar la voz, lo puede tener conexión con la explicación anterior en tanto y en cuanto los actores realizan esta acción para hacerse oír en el teatro.
Dependiendo del punto de vista filosófico desde el que se analice al ser humano podemos decir que existen cinco formas de definir el concepto de persona, teniendo en cuenta la línea ideológica e intereses de quien lo define. Estas son:
*Persona como sustancia: atribución de propiedades particulares al ser humano tales como independencia y raciocinio (Aristóteles, Boecio y Edad Media).

Boecio (s. V-VI) define a la persona diciendo: Naturae rationalis individua substantia. Es decir, "la persona es una sustancia individual de naturaleza racional".
Es de naturaleza racional y es la razón lo que le sirve para demostrar su esencia individual, esto da a entender que antes de que el ser humano sea un ser sociable, individualmente es persona, libre y con capacidad de razonar y decidir sobre sus actos.
Esto significa que la persona es algo permanente. La persona es un individuo concreto que trasciende la especie, y tiene como propiedad esencial la razón.
Pero ¿se es persona por el mero hecho de existir?
*Persona como ser pensante: un sujeto epistemológico donde la razón supera a su existencia física (Pensamiento Moderno).
Descartes, en el s. XVII, antepondrá la razón a la existencia: "pienso, luego existo". La filosofía realista -como la de Boecio- da primacía al ser sobre el pensar: "existo, luego pienso". La postura cartesiana o racionalista (amoldar mi realidad las ideas) tiende a una pretendida "autenticidad" desgajada de la realidad, pero el realismo (amoldar mis ideas a la realidad) es más verdadero: nuestros conocimientos mentales deben subordinarse a la realidad de las cosas.
Como vemos, el mismo término tiene dos matices muy diferentes. Se existe por el mero hecho de tener vida o se existe al haber desarrollado la capacidad que todo ser vivo tiene de pensar.

El Existencialismo, en su sentido más amplio, es una filosofía del siglo XX centrada en el análisis de la existencia y en la manera en que los humanos existen en el mundo. La idea es que los humanos primero existen y luego cada individuo pasa toda su vida cambiando su esencia o naturaleza. El existencialismo es un viaje y una búsqueda del verdadero yo, de la persona, y del verdadero significado personal en la vida.
Existe una amplia variedad de ideologías filosóficas, religiosas y políticas que conforman el existencialismo, así que no existe ningún acuerdo universal en un conjunto arbitrario de ideales y creencias. Las políticas varían, pero cada una busca la máxima libertad individual para la gente dentro de una sociedad.
Un existencialista podría ser un moralista religioso, un relativista agnóstico, o un ateo amoral. Kierkegaard, un filósofo religioso, Nietzsche, un anti-cristiano, Sartre, o Camus, ateos, son reconocidos por sus trabajos y escritos sobre el existencialismo. Sartre se destacó por atraer la mayor atención internacional hacia el existencialismo en el siglo XX.
Cada uno de ellos, básicamente concuerda en que la vida humana no está de ninguna manera completa ni es enteramente satisfactoria debido a los sufrimientos y pérdidas que ocurren al considerar la falta de perfección, de poder, y de control que la persona tiene sobre su vida. Aunque afirman que la vida no es óptimamente satisfactoria, concuerdan, sin embargo, en que tiene significado.
El existencialismo acentúa que sólo la capacidad de razonamiento de una persona debe ser el factor determinante para lo que debe creer, y no los valores arbitrarios mundiales seculares o religiosos.
El marxismo
Marx observa que en el sistema capitalista se producen toda una serie de contradicciones sociales que están dirigidas a la explotación de la clase trabajadora. En su obra  El capital Marx analiza el origen y desarrollo del régimen capitalista, en donde entre los complejos conceptos de esta ciencia el ser humano queda reducido, alienado y mediatizado en el proceso productivo que se le superpone. El marxismo será por tanto la reacción a este modelo social injusto en el cual el valor del ser humano se reduce a su valor en la dinámica social.

Entender el planteamiento de Marx, sobre todo desde la perspectiva filosófica y su influencia en los cambios en la historia del pensamiento occidental, supone remitirlo al pensamiento liberal e ilustrado, en el que se afirmaba tanto el triunfo de la razón moderna, como factor de progreso, como los derechos naturales de la persona y, en concreto, el derecho a la propiedad privada.
Si la definición de persona remite a un ser humano dueño de sí mismo, a tener una naturaleza que nos es propia, el problema fundamental del ser humano, de la persona, será ser propietario de sí mismo, poseerse o ser su propio dueño.
Pero justamente, lo que caracteriza al ser humano, a la mayoría de las personas, es no ser dueñas de sí mismas, es el estar alienadas.
¿Qué entiende Marx por alienación?
La circunstancia en la que vive toda persona que no es dueña de sí misma, que no puede ser  responsable última de sus acciones ni de su pensamiento.
Estar alienado significa perder la posibilidad de actuar como persona, de ser libre y responsable de tus propios actos.
El ser humano posee algunas características naturales, dependientes de nuestra estructura biológica y fisiológica y que determinan ciertos impulsos o apetitos que no están directamente condicionados por el momento histórico y social.
En cada momento, la sociedad y su tipo de organización podrá encauzarlos y establecer normas o disposiciones para que estos impulsos se realicen en determinadas condiciones, pero no podrá eliminarlos ni abolirlos, pues son de carácter natural, es decir universal.
Frente a estos rasgos naturales y universales, en cada época se constituyen unos rasgos o elementos socialmente establecidos, pero sin carácter natural y universal.
El ser humano es lo que él, tanto como especie como individualmente, se ha hecho a  sí mismo, como se ha transformado y construido. La persona es el resultado del obrar en sociedad.
El ser humano es fundamentalmente un ser en acción y continua transformación, no es meramente el resultado de la herencia o de su carga genética, de cómo se ha producido.

*Persona como ser ético: individuo absolutamente libre, pero sujeto a una obligación moral, respondiendo a un conjunto de leyes divinas antes que a las leyes de su propia naturaleza (Estoicos, Kant y Fichte).

Para Kant (s. XVIII), toda persona es un fin en sí misma.
En opinión de Kant, una persona es autónoma cuando no se rige por lo que le dicen, pero tampoco sólo por sus apetencias o por sus instintos, que al fin y al cabo, no elige tener, sino por un tipo de normas que cree que debería cumplir cualquier persona, le apetezca a él cumplirlas o no. Esas normas serán las propias de cualquier ser humano. Un ser capaz de actuar de este modo y que es valioso en sí mismo no puede, según Kant, venderse en el mercado por un precio, porque para eso habría que fijarle un equivalente. Pero, ¿por qué podemos intercambiar a un ser humano?, ¿cuál es su equivalente?, ¿cuál es su precio? La respuesta de Kant es clara: los seres humanos no tienen precio, no pueden intercambiarse por un equivalente, sino que tienen dignidad. Son dignos de todo respeto.

*Persona como ente jurídico: individuo sujeto a leyes intrínsecas de su esencia que están relacionadas con los derechos universales. Dicha característica, está por encima de la esencia ética del ser.
Este punto de vista se inclina a encontrar el significado del término en una raíz jurídica, considerando que hace referencia a un sujeto legal, con deberes y obligaciones. Es la teoría es la que ha influido más firmemente en los usos filosófico y teológico.

*Persona religiosa: individuos ligados a una fe, cumpliendo mandatos divinos y buscando la verdadera libertad. (Existencialismo y Personalismo, tradición judeo-cristiana, San Agustín, Pascal, Kierkegaard).
El intelectual San Agustín afirmaba que un individuo podía ser considerado persona por su capacidad de autorreflexión, es decir, que siendo consciente de sus limitaciones y responsabilidades frente a Dios, debe analizar cada uno de sus actos para que ellos no lo delaten y lo alejen del camino de la verdad y la felicidad (en esta teoría se basan la mayoría de los teólogos de la Iglesia Católica).

Por su parte, la antropología contemporánea afirma que la persona es un todo estructural que se abre al mundo y a los otros seres vivos. Un sujeto independiente y libre frente a otros objetos y sujetos.

Antes dijimos que Scheler sostenía que la especificidad humana no puede radicar en su mayor cualificación intelectual. El “espíritu”, aquello que los griegos llamaron “razón”, es un concepto que explica lo humano. Además del pensamiento conceptual ( es decir, la razón), el espíritu comprende determinados tipos de intuición, la intuición de fenómenos originarios o esencias, además de ciertas clases de actos emocionales y emotivos como la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración, el maravillarse, la dicha, la desesperación y el libre arbitrio.
La persona es la forma en la cual se manifiesta el espíritu. El acto espiritual es la “ideación”.
Aún cuando Scheler no llegó a acabar su proyecto antropológico, elaboró, sin embargo, algunas partes importantes del mismo. Sintetizaremos los más representativos:

a) ¿Qué es el hombre? Como mero ser natural (naturaleza humana), el hombre es, a la vez, un callejón sin salida y un término. No ha derivado del animal sino que sigue siendo animal y lo será siempre ya que es, esencialmente, un ser animado (“provisto de animación”).

Más aún, dentro del mundo, es de hecho el animal peor adaptado, el más indefenso y el más desgraciado: se halla en clara desventaja biológica frente a la mayoría de otros animales. Pero, se trata de un ser espiritual, la presencia del espíritu lo define y es, por ende, un ser trascendente; en realidad, dice Scheler es “el ser que ora y busca a Dios”. Considerado de esta manera, es la alabanza objetiva que la naturaleza tributa a su Creador: “No es que el hombre ore sino que es él la oración de la vida y de la materia toda” Sólo en cuanto buscador de Dios rompe el hombre las barreras de la naturaleza, sólo como tal se eleva a la dignidad de persona. La persona es, finalmente, “la expresión resplandeciente del ser”. “Se ve claro que lo verdaderamente humano, en el bípedo que camina erecto, es sólo lo que hay en él de divino”.

No tiene sentido, entonces, decir que el hombre se imagina a Dios a la manera humana; el hombre es, a la inversa, la expresión de lo divino (“De lo eterno en el hombre”). La trascendencia y la existencia se dan la mano en el hombre, el ser que es persona. Por eso él (el hombre) tiene vocación de infinito y de eternidad. Es su espiritualidad lo que lo define y le confiere su esencia.

b)    La persona. Esa expresión resplandeciente del ser, que es la persona, no es de modo alguno un “objeto de orden superior”, que pudiera aprehenderse por una “visión de la esencia”. La persona, gracias al conocimiento, produce todos los objetos y, por tanto, no puede ser ella también un objeto.

La persona – el sujeto personal – es el foco de todas nuestras experiencias y actos; ella es el centro metafísico de los actos. La cualidad de la existencia de la persona no está nunca acabada, permanece inacabada: la existencia deberá dibujarse y plasmarse constantemente en sus actos. De ahí que no sea posible conocer a la persona a la manera de una cosa u objeto. Su esencia sólo podrá barruntarse realizando con ella sus actos. Así, los que mejor conocen a Jesús no son, en realidad, los teólogos que han escudriñado su vida y analizado sus discursos. Sólo a sus discípulos que lo siguen y lo imitan aparece lo peculiar de esta divina personalidad.

Sólo sintiendo lo que ella siente, podremos aprender aquellos valores por los que una persona configura su vida. A la inversa también, sólo a través de personas, a través de héroes y de santos, podrán los valores operar en lo más íntimo del mundo. La persona es el ser axiológico por excelencia y por antonomasia.

c)    La comunidad. Como todo acto espiritual tiene su propio ser y procede, sin embargo, de la unidad de la persona, así también todo individuo humano es una persona por sí y, a la par, miembro de una persona total. Por esta vinculación se explica la comunidad.

Es posible así, distinguir dos formas o modos de asociación de las personas: la primera es la comunidad en la que permanecen los individuos a pesar de toda separación y la sociedad, la segunda, en que permanecen separados a pesar de toda vinculación. La familia y la amistad forman comunidad; la fábrica, el cuartel y el Estado forman sociedad. Aquélla se estructura por una “voluntad esencial”, ésta, por mera “voluntad de elección”.



Karol J. Wojtyla o Juan Pablo II
El Papa Wojtyla, de quien el 30 de septiembre de 2013 el Papa Francisco anunció que será proclamado santo, al mismo tiempo que Juan XXIII, en una ceremonia conjunta el 27 de abril de 2014. Dijo lo siguiente:
«El interés por el hombre como persona estaba presente en mí desde hacía mucho tiempo. Quizá dependía también del hecho de que no había tenido nunca una especial predilección por las ciencias de la naturaleza. Siempre me ha apasionado más el hombre... Estábamos en la postguerra, y la polémica con el marxismo estaba en su apogeo. De mi relación con los jóvenes nació el libro Amor y Responsabilidad. El ensayo sobre la persona y acción vino luego… Por tanto, el origen de mis estudios centrados en el hombre, en la persona humana es, en primer lugar, pastoral. Y es desde el ángulo de lo pastoral cómo formulé el concepto de norma personalista, es decir, la tentativa por traducir el mandamiento del amor al lenguaje de la ética filosófica. La persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor... La persona se realiza mediante el amor ... El hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose ... Si no se acepta la perspectiva del don de sí mismo, subsistirá siempre el peligro de una libertad egoísta. Peligro contra el que luchó Kant, Max Scheler y todos los que después de él han compartido la ética de valores. Una expresión completa de esto lo encontramos sencillamente en el Evangelio. En el Evangelio se contiene una coherente declaración de todos los derechos del hombre».
Este párrafo está entresacado del libro «Cruzando el umbral de la esperanza».
¿Qué se encierra detrás de estas palabras de K. Wojtyla? ¿Cómo podemos resumir su pensamiento moral-filosófico?
Las claves del pensamiento filosófico-moral de K.Wojtyla hunden sus raíces en la denominada escuela ética de Lublín y Cracovia.
• Dicha escuela, partiendo del hombre concreto y existente, subrayando su dimensión de persona como ser autoconsciente, libre y responsable abierto a la transcendencia y realizado en la vivencia de valores, trata de desarrollar una especie de «personalismo objetivo» o «filosofía integral de la persona en acción».
En cuanto a las etapas en el pensamiento de K. J. Wotyla, podemos resumirlas en tres, según indicaciones de R. Buttiglione:
Años 45-55, marcado por la fenomenología; el existencialismo, en los años 55-65; y, finalmente, la filosofía de la praxis, en los años 65-75.
Sus reflexiones durante la primera época están reflejadas en el libro Amor y responsabilidad, que podemos resumir diciendo:
La persona no puede ser un objeto. Aboga por la integración de la sexualidad en el amor, que a su vez comporta dimensiones biológicas, psicológicas y morales. La máxima expresión del amor es el conyugal que, al querer el máximo bien para la persona amada, está ya reclamando otro amor más profundo y definitivo: el divino.
En su segunda etapa «existencialista», K. Wojtyla sitúa la existencia del hombre concreto como ejes de su pensamiento. Desea asentar las bases del concepto de «persona» salvando dos escollos: el individualismo y el colectivismo. Es necesario valorar al hombre dentro de la comunión universal. Para ello, se impone redescubrir el valor de la libertad como interiorización y asimilación personal del bien y la verdad.
Desde aquí, la comunión interpersonal es la participación en la humanidad del otro que, a su vez transcendiéndonos, busca un sentido último y fundamental.
Sus reflexiones de su segunda época están reflejadas en la encíclica Redemptor Hominis, que podemos resumir diciendo:
La persona es superior al cosmos (Rh 18). La persona humana es fin en sí misma y no instrumento para un orden social (Rh 17). Cada hombre es único, irrepetible, pero al mismo tiempo solidario, necesitado de comunión (Rh 16). Cada hombre está llamado a realizarse en el amor (Rh 14). La dimensión religiosa perfecciona a la persona (Rh 17). El poder está al servicio de la persona y del bien común (Rh 17). La destrucción del hombre en nuestros días pasa por el no reconocimiento de las dimensiones morales de su praxis (Rh 16). La Iglesia está al servicio del hombre y de la defensa de su dignidad y de sus derechos (Rh 17).
Finalmente, ya en su tercera época, K. J. Wojtyla desea profundizar y transformar el concepto de «praxis». Ello sólo es posible, en continuidad con su pensamiento precedente, desde el redescubrimiento de lo que significan las realidades valor, persona y existencia. Para Wojtyla, la persona, cuando obra, no sólo hace cosas sino que se está realizando a sí mismo. Gracias a la praxis (acción), la persona transforma su entorno, construye la sociedad y la cultura y se hace a sí misma. La acción (la praxis) no sólo «tiene» un valor: «es» un precioso y preciado valor. El problema de fondo estará en fundamentar el valor mismo de la praxis. K. Wojtyla, más allá de reduccionismos marxistas, encuentra dicha fundamentación en el sentido mismo que tiene el concepto cristiano de creación-recreación: la persona contribuye a llevar a su plenitud la obra del Dios Trino y, de la nueva creación, a hacer realidad la civilización del amor y de la vida.
Sus reflexiones de su tercera época están reflejadas en la obra Persona y Acción, que podemos resumir diciendo:
La persona es sujeto responsable de su acción, se crea a sí mismo en su acción y necesita un fundamento transcendente de esa misma acción. La persona, actuando, se abre al Bien y a la Verdad y adquiere dimensiones y responsabilidades solidario-comunitarias.
Parafraseando al cardenal J. Ratzinger, el primado de la persona es el pensamiento esencial de K. Wojtyla.
Con palabras del papa Wojtyla, «todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre... El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social... Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la redención.»

Tras el recorrido anteriormente hecho, queda claro que la principal dimensión del ser humano es la de persona: ser humano dotado de capacidades de orden superior que se proyectan en sí mismo y en los demás. Su desarrollo marcará el grado de realización, de perfeccionamiento, de cada una y dependerá del punto de vista filosófico desde el que se analice.
Desde esa dotación biológica que evoluciona continuamente en función de sus actos y experiencia adquirida, ha desarrollado su potencia creadora y la ha transformado en continuos actos creativos, llegando, incluso, a crear vida.
VIDA SINTÉTICA
Actualmente se ha abierto una enorme brecha entre las personas. Por un lado se encuentran las personas que pueden “idear”, construyendo incluso como acabamos de ver nuevas formas de vida o cambiar, a la carta, la de las personas modificando su naturaleza , lo que genera nuevas formas de sociedad y de desarrollo de las personas en ella. Y, por otro, encontramos lo que llamo persona-dependiente, esclavizada, alienada, sometida al poder social, sin libertad para desarrollar todas sus capacidades.
El publicista italiano Pino Aprile en su libro “Elogio de la imbecilidad” advierte: ¡la inteligencia ya no es necesaria! Según este autor, la sociedad occidental moderna se parece a una gigantesca maquinaria en la que el espacio para la actuación inteligente ha ido restringiéndose considerablemente. Los mecanismos sociales y la «extrema subdivisión de las funciones» en las organizaciones proporcionan a los individuos normas de conducta y tareas fáciles, que no requieren de un espíritu creativo e innovador. La tecnología pone en bandeja soluciones sencillas, que pueden ser utilizadas incluso por las personas menos dotadas (usted no tiene que comprender cómo funciona un microondas para utilizarlo en su casa.) En consecuencia, las oportunidades para ejercitar la inteligencia se reducen cada vez más. ¿Dónde está ahora la antigua supervivencia del más apto?
Seguramente, la naturaleza humana tiende a la valoración crítica, a la duda y a la innovación. Sin embargo, en la práctica si todos empezaran a plantear dudas, a cuestionar el funcionamiento de las estructuras sociales, la búsqueda de soluciones nuevas podría ayudar a mejorar el sistema. «Los valores de la persona (...) son como arena que se introduce en los engranajes: pueden obstruir los mecanismos.» De ahí que cuando los valores éticos y morales de las personas amenazan con bloquear el sistema, la sociedad reacciona como un organismo vivo y se defiende del «peligro», utilizando mecanismos supresores de inteligencia para anular a la mayoría de las personas.
¿Qué debemos preguntarnos a partir de aquí? Carlitos, tras salir abatido de un examen, decía a Snoopy:
¡Qué pena, cuando supe todas las respuestas cambiaron todas las preguntas!

¿Qué cosa es?"
Y Edipo respondió correctamente, con lo cual, no sólo no fue devorado, sino que recibió el premio prometido y se casó con la reina de Tebas. Su matrimonio no fue precisamente feliz, pero esa es otra historia.
Respuesta: Un ser humano (hombre o mujer).
Mas establecer las características del ser humano no es ni tan simple, ni tampoco tan fácil como pretendía hacernos creer Blaise Pascal  (s. XVII), matemático, físico, escritor y filósofo cristiano, cuando dijo:
“¿Qué necesidad hay de explicar lo que se entiende con el vocablo hombre?
¿Acaso no se sabe lo que se quiere significar con este término?”
Conviene repasar qué es lo que realmente caracteriza a un ser vivo como “humano”.
Si bien es cierto que cualquiera entiende el significado del vocablo no lo es menos el que existe una gran variedad de matices dependiendo de quien dé una definición que, necesariamente, estará basada en la enumeración de una serie de características.
En mi intervención del año pasado en este mismo foro, puse de manifiesto la belleza profunda del cuerpo humano y cómo la Arquitectura la ha interpretado en sus creaciones. Hoy pretendo analizar la principal dimensión que todo ser humano posee y que le caracteriza: la de ser persona.
Desde el punto de vista biológico, un hombre es aquel ser humano que, producto de la fertilización del óvulo por parte de la célula espermatozoide, porta los cromosomas XY. Si porta los cromosomas XX, este ser humano es una mujer. Es en este marco donde la ciencia médica ha distinguido históricamente entre el sexo genital (presencia de pene y testículos o de vagina y ovarios), el sexo cromosómico o genético (XY para definir a un varón y XX para una mujer) y el sexo “social o cultural” que es el “género”.
La ideología feminista de gender se extiende a partir de la década de los sesenta del pasado siglo. Según ella, la masculinidad y la feminidad no estarían determinadas fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Mientras que el término «sexo» hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término «género» proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a una naturaleza «dada», sino que serían meras construcciones culturales «hechas» según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos («roles socialmente construidos»).
Por consiguiente, la definición de “hombre” o “mujer” alcanza niveles de complejidad inusuales en comparación con otras etapas de la Historia, y debe abarcar tanto los clásicos aspectos de la Biología y la Anatomía como las novedades en relación con aspectos psicológicos, conductuales, sociales, culturales y antropológicos.
Conviene, pues, adoptar una óptica mucho más amplia para proceder al análisis que hoy me ocupa. En consecuencia, lo haré desde la Filosofía, una ciencia (conocimiento de las cosas por sus causas, de lo universal y necesario) que se viene practicando, desde la época de los griegos o era clásica.
Históricamente, para los filósofos el ser humano tiene “alma” como característica esencial.
Platón (427-347 a.C.):
«Los seres humanos son capaces de conocer ideas universales, como verdad o bondad; esto es posible porque el alma humana tiene un modo de ser similar al de esas ideas, pues esas ideas son incorruptibles. El alma es incorruptible, y por tanto inmortal.»
Su discípulo, Aristóteles (384-322 a.C) es el inventor, en Occidente, del concepto del alma como primer principio, primera fuerza o energía, que da origen a la vida, a la sensación y a la intelección:
«Todas las funciones del psique animal o vegetal se encaminan al mantenimiento en vida del propio organismo. Por tanto, cuando ese cuerpo muere, toda la finalidad de la psique se termina. Sin embargo, en el ser humano hay funciones de la psique o alma que no se encaminan al beneficio corporal. Por eso, cabe pensar que cuando muere el cuerpo humano, esas funciones perviven de alguna manera.»
Tomás de Aquino (s. XIII):
«Los seres humanos no sólo conocemos imágenes, sino conceptos. Estos son incorruptibles; si nuestra alma los conoce es por ser similar a ellos, por tanto incorruptible e inmortal.»
Pascal (s. XVII) dice que:
«El ser humano es un espíritu unido a un cuerpo, tiene una fachada corporal que manifiesta su mundo interior espiritual.»
Más recientemente, Max Scheler, el filósofo de la persona y de los valores, que nació en Munich (1874), estudió Filosofía en la universidad de Jena, tuvo como maestros a Rudolf Eucken y a Otto Liebmann y fue en quien se fijó Karol Wojtyla para hacer su tesis doctoral, estableció que:
«El “espíritu”, lo que los griegos llamaran “razón”, es un concepto que explica lo humano. El acto espiritual es la “ideación”, es decir, la forma en la que el espíritu despliega su actividad.»

Llegados a este punto hay que añadir una característica más: la libertad.
Tomás de Aquino (s. XIII) daba otra definición:
«El ser humano es el ser que elige sus propios fines.»
Kant (s. XVIII) dijo que lo que el ser humano hace con su libertad (Ciencia, Arte, Derecho, Religión) es algo más que Biología.
Frente a estas posturas nos encontramos las que sostienen las escuelas materialistas.
El marxismo considera que tanto el hombre como la mujer no son más que materia llegada a un alto grado de evolución.
El mecanicismo a este respecto es similar al marxismo, negando -como el marxismo- la libertad humana al decir que es consecuencia de puros condicionamientos. El marxismo es mecanicista; si bien abarca más aspectos que el mecanicismo.
Sin embargo, es evidente que el ser humano, desde su naturaleza libre, es capaz de cambiar su propia vida. No es correcto explicar al ser humano sólo desde sus necesidades, sino también desde sus posibilidades y aspiraciones.
En suma, excepto para el pensamiento materialista, el ser humano es inteligente y libre, es decir, un ser capaz de resolver problemas.
¿Puede tener esas características una máquina?
Se hace necesario dar un paso más y retomar lo que aportara Nietzsche (s. XIX) cuando afirmó que:
«El ser humano es el ser capaz de definir su proyecto de vida. Pensar y planear su futuro, determinar sus propios fines (dentro de su libertad limitada).»
Es obvio que esto no lo puede hacer una máquina.
Sí, los seres humanos tenemos la capacidad de preguntarnos acerca de nuestra existencia:
¿Quiénes somos?
¿Hacia dónde vamos?
¿Cómo debemos orientar el futuro?
BOSÓN DE HIGGS
En la actualidad, el ser humano ha alcanzado un altísimo nivel de inteligencia como resultado del perfeccionamiento de su dotación biológica y anatómica y de su evolución sociocultural y ha llegado a dominar prácticamente el mundo en donde vive a nivel micro y macrocósmico poniendo orden en el aparente caos que le rodea.
Sin embargo, el ser humano puede ser el animal más brutal, llegando a trastocar el orden natural por su propia libertad de elegir. Esto lo corrige porque posee otra característica: es un ser moral -distingue el bien del mal (el animal no tiene moralidad), tanto para sí mismo como para los demás porque es capaz de ponerse en el lugar de otros y comprender- tiene la capacidad de elegir el camino a seguir para dar respuesta a estas preguntas.
NEURONAS ESPEJO
Entre los seres humanos hay una relación social mediante la cual se reparten y comparten bienes, o males.
a) Hay bienes que pueden es ser repartidos; por ejemplo: una tarta.
b) Hay bienes que sólo se pueden compartir, porque pueden ser disfrutados simultáneamente por un número indefinido de individuos; por ejemplo: las ideas de alguien.
Los bienes del primer tipo son materiales. Los bienes inmateriales son los del segundo tipo pueden ser llamados bienes del espíritu. Estos últimos bienes cuando se comparten, lejos de disminuir aumentan, por ejemplo, la alegría tiende naturalmente a comunicarse, y al compartirla con otro se multiplica. Lo mismo ocurre con el saber: sólo hay progreso cuando se transmite. Compartir es más personal que repartir. Compartir es señal de presencia del espíritu.
Los bienes compartidos son comunes y propios de los seres humanos. La vida social se basa en la existencia de lo común.
La forma más intensa de compartir que se da entre las personas es el amor, mediante el que se comparte con otros todo lo que la persona es, siente, busca, realiza y da. El amor es la forma más rica de relación entre las personas.
Es decir, además de seres racionales con espíritu somos seres con sentimientos y emociones, somos seres que poseen una inteligencia emocional que también hay que cultivar.

Cuerpo y alma, inteligencia y libertad, comprensión y moralidad. A medida que evolucionamos del yo, como individuo, hacia un nosotros el ser humano va acercándose a la manifestación de su dimensión principal: la persona.
Se hace necesario, pues, dar un paso más y llegar al concepto de persona.
El término persona proviene del término griego prosopon, que hace referencia a la máscara o careta que se colocaban en escena los actores; la transposición latina personare, también se refería a la careta que se utilizaba para incrementar el volumen de la voz. Así, el primer uso del término persona fue en el mundo del teatro; después se extenderá al mundo de la filosofía, del derecho, etc.
Otra explicación etimológica afirma que persona proviene de persono que viene del infinitivo personare que significa hacer sonar la voz, lo puede tener conexión con la explicación anterior en tanto y en cuanto los actores realizan esta acción para hacerse oír en el teatro.
Dependiendo del punto de vista filosófico desde el que se analice al ser humano podemos decir que existen cinco formas de definir el concepto de persona, teniendo en cuenta la línea ideológica e intereses de quien lo define. Estas son:
*Persona como sustancia: atribución de propiedades particulares al ser humano tales como independencia y raciocinio (Aristóteles, Boecio y Edad Media).

Boecio (s. V-VI) define a la persona diciendo: Naturae rationalis individua substantia. Es decir, "la persona es una sustancia individual de naturaleza racional".
Es de naturaleza racional y es la razón lo que le sirve para demostrar su esencia individual, esto da a entender que antes de que el ser humano sea un ser sociable, individualmente es persona, libre y con capacidad de razonar y decidir sobre sus actos.
Esto significa que la persona es algo permanente. La persona es un individuo concreto que trasciende la especie, y tiene como propiedad esencial la razón.
Pero ¿se es persona por el mero hecho de existir?
*Persona como ser pensante: un sujeto epistemológico donde la razón supera a su existencia física (Pensamiento Moderno).
Descartes, en el s. XVII, antepondrá la razón a la existencia: "pienso, luego existo". La filosofía realista -como la de Boecio- da primacía al ser sobre el pensar: "existo, luego pienso". La postura cartesiana o racionalista (amoldar mi realidad las ideas) tiende a una pretendida "autenticidad" desgajada de la realidad, pero el realismo (amoldar mis ideas a la realidad) es más verdadero: nuestros conocimientos mentales deben subordinarse a la realidad de las cosas.
Como vemos, el mismo término tiene dos matices muy diferentes. Se existe por el mero hecho de tener vida o se existe al haber desarrollado la capacidad que todo ser vivo tiene de pensar.

El Existencialismo, en su sentido más amplio, es una filosofía del siglo XX centrada en el análisis de la existencia y en la manera en que los humanos existen en el mundo. La idea es que los humanos primero existen y luego cada individuo pasa toda su vida cambiando su esencia o naturaleza. El existencialismo es un viaje y una búsqueda del verdadero yo, de la persona, y del verdadero significado personal en la vida.
Existe una amplia variedad de ideologías filosóficas, religiosas y políticas que conforman el existencialismo, así que no existe ningún acuerdo universal en un conjunto arbitrario de ideales y creencias. Las políticas varían, pero cada una busca la máxima libertad individual para la gente dentro de una sociedad.
Un existencialista podría ser un moralista religioso, un relativista agnóstico, o un ateo amoral. Kierkegaard, un filósofo religioso, Nietzsche, un anti-cristiano, Sartre, o Camus, ateos, son reconocidos por sus trabajos y escritos sobre el existencialismo. Sartre se destacó por atraer la mayor atención internacional hacia el existencialismo en el siglo XX.
Cada uno de ellos, básicamente concuerda en que la vida humana no está de ninguna manera completa ni es enteramente satisfactoria debido a los sufrimientos y pérdidas que ocurren al considerar la falta de perfección, de poder, y de control que la persona tiene sobre su vida. Aunque afirman que la vida no es óptimamente satisfactoria, concuerdan, sin embargo, en que tiene significado.
El existencialismo acentúa que sólo la capacidad de razonamiento de una persona debe ser el factor determinante para lo que debe creer, y no los valores arbitrarios mundiales seculares o religiosos.
El marxismo
Marx observa que en el sistema capitalista se producen toda una serie de contradicciones sociales que están dirigidas a la explotación de la clase trabajadora. En su obra  El capital Marx analiza el origen y desarrollo del régimen capitalista, en donde entre los complejos conceptos de esta ciencia el ser humano queda reducido, alienado y mediatizado en el proceso productivo que se le superpone. El marxismo será por tanto la reacción a este modelo social injusto en el cual el valor del ser humano se reduce a su valor en la dinámica social.

Entender el planteamiento de Marx, sobre todo desde la perspectiva filosófica y su influencia en los cambios en la historia del pensamiento occidental, supone remitirlo al pensamiento liberal e ilustrado, en el que se afirmaba tanto el triunfo de la razón moderna, como factor de progreso, como los derechos naturales de la persona y, en concreto, el derecho a la propiedad privada.
Si la definición de persona remite a un ser humano dueño de sí mismo, a tener una naturaleza que nos es propia, el problema fundamental del ser humano, de la persona, será ser propietario de sí mismo, poseerse o ser su propio dueño.
Pero justamente, lo que caracteriza al ser humano, a la mayoría de las personas, es no ser dueñas de sí mismas, es el estar alienadas.
¿Qué entiende Marx por alienación?
La circunstancia en la que vive toda persona que no es dueña de sí misma, que no puede ser  responsable última de sus acciones ni de su pensamiento.
Estar alienado significa perder la posibilidad de actuar como persona, de ser libre y responsable de tus propios actos.
El ser humano posee algunas características naturales, dependientes de nuestra estructura biológica y fisiológica y que determinan ciertos impulsos o apetitos que no están directamente condicionados por el momento histórico y social.
En cada momento, la sociedad y su tipo de organización podrá encauzarlos y establecer normas o disposiciones para que estos impulsos se realicen en determinadas condiciones, pero no podrá eliminarlos ni abolirlos, pues son de carácter natural, es decir universal.
Frente a estos rasgos naturales y universales, en cada época se constituyen unos rasgos o elementos socialmente establecidos, pero sin carácter natural y universal.
El ser humano es lo que él, tanto como especie como individualmente, se ha hecho a  sí mismo, como se ha transformado y construido. La persona es el resultado del obrar en sociedad.
El ser humano es fundamentalmente un ser en acción y continua transformación, no es meramente el resultado de la herencia o de su carga genética, de cómo se ha producido.

*Persona como ser ético: individuo absolutamente libre, pero sujeto a una obligación moral, respondiendo a un conjunto de leyes divinas antes que a las leyes de su propia naturaleza (Estoicos, Kant y Fichte).

Para Kant (s. XVIII), toda persona es un fin en sí misma.
En opinión de Kant, una persona es autónoma cuando no se rige por lo que le dicen, pero tampoco sólo por sus apetencias o por sus instintos, que al fin y al cabo, no elige tener, sino por un tipo de normas que cree que debería cumplir cualquier persona, le apetezca a él cumplirlas o no. Esas normas serán las propias de cualquier ser humano. Un ser capaz de actuar de este modo y que es valioso en sí mismo no puede, según Kant, venderse en el mercado por un precio, porque para eso habría que fijarle un equivalente. Pero, ¿por qué podemos intercambiar a un ser humano?, ¿cuál es su equivalente?, ¿cuál es su precio? La respuesta de Kant es clara: los seres humanos no tienen precio, no pueden intercambiarse por un equivalente, sino que tienen dignidad. Son dignos de todo respeto.

*Persona como ente jurídico: individuo sujeto a leyes intrínsecas de su esencia que están relacionadas con los derechos universales. Dicha característica, está por encima de la esencia ética del ser.
Este punto de vista se inclina a encontrar el significado del término en una raíz jurídica, considerando que hace referencia a un sujeto legal, con deberes y obligaciones. Es la teoría es la que ha influido más firmemente en los usos filosófico y teológico.

*Persona religiosa: individuos ligados a una fe, cumpliendo mandatos divinos y buscando la verdadera libertad. (Existencialismo y Personalismo, tradición judeo-cristiana, San Agustín, Pascal, Kierkegaard).
El intelectual San Agustín afirmaba que un individuo podía ser considerado persona por su capacidad de autorreflexión, es decir, que siendo consciente de sus limitaciones y responsabilidades frente a Dios, debe analizar cada uno de sus actos para que ellos no lo delaten y lo alejen del camino de la verdad y la felicidad (en esta teoría se basan la mayoría de los teólogos de la Iglesia Católica).

Por su parte, la antropología contemporánea afirma que la persona es un todo estructural que se abre al mundo y a los otros seres vivos. Un sujeto independiente y libre frente a otros objetos y sujetos.

Antes dijimos que Scheler sostenía que la especificidad humana no puede radicar en su mayor cualificación intelectual. El “espíritu”, aquello que los griegos llamaron “razón”, es un concepto que explica lo humano. Además del pensamiento conceptual ( es decir, la razón), el espíritu comprende determinados tipos de intuición, la intuición de fenómenos originarios o esencias, además de ciertas clases de actos emocionales y emotivos como la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración, el maravillarse, la dicha, la desesperación y el libre arbitrio.
La persona es la forma en la cual se manifiesta el espíritu. El acto espiritual es la “ideación”.
Aún cuando Scheler no llegó a acabar su proyecto antropológico, elaboró, sin embargo, algunas partes importantes del mismo. Sintetizaremos los más representativos:

a) ¿Qué es el hombre? Como mero ser natural (naturaleza humana), el hombre es, a la vez, un callejón sin salida y un término. No ha derivado del animal sino que sigue siendo animal y lo será siempre ya que es, esencialmente, un ser animado (“provisto de animación”).

Más aún, dentro del mundo, es de hecho el animal peor adaptado, el más indefenso y el más desgraciado: se halla en clara desventaja biológica frente a la mayoría de otros animales. Pero, se trata de un ser espiritual, la presencia del espíritu lo define y es, por ende, un ser trascendente; en realidad, dice Scheler es “el ser que ora y busca a Dios”. Considerado de esta manera, es la alabanza objetiva que la naturaleza tributa a su Creador: “No es que el hombre ore sino que es él la oración de la vida y de la materia toda” Sólo en cuanto buscador de Dios rompe el hombre las barreras de la naturaleza, sólo como tal se eleva a la dignidad de persona. La persona es, finalmente, “la expresión resplandeciente del ser”. “Se ve claro que lo verdaderamente humano, en el bípedo que camina erecto, es sólo lo que hay en él de divino”.

No tiene sentido, entonces, decir que el hombre se imagina a Dios a la manera humana; el hombre es, a la inversa, la expresión de lo divino (“De lo eterno en el hombre”). La trascendencia y la existencia se dan la mano en el hombre, el ser que es persona. Por eso él (el hombre) tiene vocación de infinito y de eternidad. Es su espiritualidad lo que lo define y le confiere su esencia.

b)    La persona. Esa expresión resplandeciente del ser, que es la persona, no es de modo alguno un “objeto de orden superior”, que pudiera aprehenderse por una “visión de la esencia”. La persona, gracias al conocimiento, produce todos los objetos y, por tanto, no puede ser ella también un objeto.

La persona – el sujeto personal – es el foco de todas nuestras experiencias y actos; ella es el centro metafísico de los actos. La cualidad de la existencia de la persona no está nunca acabada, permanece inacabada: la existencia deberá dibujarse y plasmarse constantemente en sus actos. De ahí que no sea posible conocer a la persona a la manera de una cosa u objeto. Su esencia sólo podrá barruntarse realizando con ella sus actos. Así, los que mejor conocen a Jesús no son, en realidad, los teólogos que han escudriñado su vida y analizado sus discursos. Sólo a sus discípulos que lo siguen y lo imitan aparece lo peculiar de esta divina personalidad.

Sólo sintiendo lo que ella siente, podremos aprender aquellos valores por los que una persona configura su vida. A la inversa también, sólo a través de personas, a través de héroes y de santos, podrán los valores operar en lo más íntimo del mundo. La persona es el ser axiológico por excelencia y por antonomasia.

c)    La comunidad. Como todo acto espiritual tiene su propio ser y procede, sin embargo, de la unidad de la persona, así también todo individuo humano es una persona por sí y, a la par, miembro de una persona total. Por esta vinculación se explica la comunidad.

Es posible así, distinguir dos formas o modos de asociación de las personas: la primera es la comunidad en la que permanecen los individuos a pesar de toda separación y la sociedad, la segunda, en que permanecen separados a pesar de toda vinculación. La familia y la amistad forman comunidad; la fábrica, el cuartel y el Estado forman sociedad. Aquélla se estructura por una “voluntad esencial”, ésta, por mera “voluntad de elección”.



Karol J. Wojtyla o Juan Pablo II
El Papa Wojtyla, de quien el 30 de septiembre de 2013 el Papa Francisco anunció que será proclamado santo, al mismo tiempo que Juan XXIII, en una ceremonia conjunta el 27 de abril de 2014. Dijo lo siguiente:
«El interés por el hombre como persona estaba presente en mí desde hacía mucho tiempo. Quizá dependía también del hecho de que no había tenido nunca una especial predilección por las ciencias de la naturaleza. Siempre me ha apasionado más el hombre... Estábamos en la postguerra, y la polémica con el marxismo estaba en su apogeo. De mi relación con los jóvenes nació el libro Amor y Responsabilidad. El ensayo sobre la persona y acción vino luego… Por tanto, el origen de mis estudios centrados en el hombre, en la persona humana es, en primer lugar, pastoral. Y es desde el ángulo de lo pastoral cómo formulé el concepto de norma personalista, es decir, la tentativa por traducir el mandamiento del amor al lenguaje de la ética filosófica. La persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor... La persona se realiza mediante el amor ... El hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose ... Si no se acepta la perspectiva del don de sí mismo, subsistirá siempre el peligro de una libertad egoísta. Peligro contra el que luchó Kant, Max Scheler y todos los que después de él han compartido la ética de valores. Una expresión completa de esto lo encontramos sencillamente en el Evangelio. En el Evangelio se contiene una coherente declaración de todos los derechos del hombre».
Este párrafo está entresacado del libro «Cruzando el umbral de la esperanza».
¿Qué se encierra detrás de estas palabras de K. Wojtyla? ¿Cómo podemos resumir su pensamiento moral-filosófico?
Las claves del pensamiento filosófico-moral de K.Wojtyla hunden sus raíces en la denominada escuela ética de Lublín y Cracovia.
• Dicha escuela, partiendo del hombre concreto y existente, subrayando su dimensión de persona como ser autoconsciente, libre y responsable abierto a la transcendencia y realizado en la vivencia de valores, trata de desarrollar una especie de «personalismo objetivo» o «filosofía integral de la persona en acción».
En cuanto a las etapas en el pensamiento de K. J. Wotyla, podemos resumirlas en tres, según indicaciones de R. Buttiglione:
Años 45-55, marcado por la fenomenología; el existencialismo, en los años 55-65; y, finalmente, la filosofía de la praxis, en los años 65-75.
Sus reflexiones durante la primera época están reflejadas en el libro Amor y responsabilidad, que podemos resumir diciendo:
La persona no puede ser un objeto. Aboga por la integración de la sexualidad en el amor, que a su vez comporta dimensiones biológicas, psicológicas y morales. La máxima expresión del amor es el conyugal que, al querer el máximo bien para la persona amada, está ya reclamando otro amor más profundo y definitivo: el divino.
En su segunda etapa «existencialista», K. Wojtyla sitúa la existencia del hombre concreto como ejes de su pensamiento. Desea asentar las bases del concepto de «persona» salvando dos escollos: el individualismo y el colectivismo. Es necesario valorar al hombre dentro de la comunión universal. Para ello, se impone redescubrir el valor de la libertad como interiorización y asimilación personal del bien y la verdad.
Desde aquí, la comunión interpersonal es la participación en la humanidad del otro que, a su vez transcendiéndonos, busca un sentido último y fundamental.
Sus reflexiones de su segunda época están reflejadas en la encíclica Redemptor Hominis, que podemos resumir diciendo:
La persona es superior al cosmos (Rh 18). La persona humana es fin en sí misma y no instrumento para un orden social (Rh 17). Cada hombre es único, irrepetible, pero al mismo tiempo solidario, necesitado de comunión (Rh 16). Cada hombre está llamado a realizarse en el amor (Rh 14). La dimensión religiosa perfecciona a la persona (Rh 17). El poder está al servicio de la persona y del bien común (Rh 17). La destrucción del hombre en nuestros días pasa por el no reconocimiento de las dimensiones morales de su praxis (Rh 16). La Iglesia está al servicio del hombre y de la defensa de su dignidad y de sus derechos (Rh 17).
Finalmente, ya en su tercera época, K. J. Wojtyla desea profundizar y transformar el concepto de «praxis». Ello sólo es posible, en continuidad con su pensamiento precedente, desde el redescubrimiento de lo que significan las realidades valor, persona y existencia. Para Wojtyla, la persona, cuando obra, no sólo hace cosas sino que se está realizando a sí mismo. Gracias a la praxis (acción), la persona transforma su entorno, construye la sociedad y la cultura y se hace a sí misma. La acción (la praxis) no sólo «tiene» un valor: «es» un precioso y preciado valor. El problema de fondo estará en fundamentar el valor mismo de la praxis. K. Wojtyla, más allá de reduccionismos marxistas, encuentra dicha fundamentación en el sentido mismo que tiene el concepto cristiano de creación-recreación: la persona contribuye a llevar a su plenitud la obra del Dios Trino y, de la nueva creación, a hacer realidad la civilización del amor y de la vida.
Sus reflexiones de su tercera época están reflejadas en la obra Persona y Acción, que podemos resumir diciendo:
La persona es sujeto responsable de su acción, se crea a sí mismo en su acción y necesita un fundamento transcendente de esa misma acción. La persona, actuando, se abre al Bien y a la Verdad y adquiere dimensiones y responsabilidades solidario-comunitarias.
Parafraseando al cardenal J. Ratzinger, el primado de la persona es el pensamiento esencial de K. Wojtyla.
Con palabras del papa Wojtyla, «todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre... El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social... Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la redención.»

Tras el recorrido anteriormente hecho, queda claro que la principal dimensión del ser humano es la de persona: ser humano dotado de capacidades de orden superior que se proyectan en sí mismo y en los demás. Su desarrollo marcará el grado de realización, de perfeccionamiento, de cada una y dependerá del punto de vista filosófico desde el que se analice.
Desde esa dotación biológica que evoluciona continuamente en función de sus actos y experiencia adquirida, ha desarrollado su potencia creadora y la ha transformado en continuos actos creativos, llegando, incluso, a crear vida.
VIDA SINTÉTICA
Actualmente se ha abierto una enorme brecha entre las personas. Por un lado se encuentran las personas que pueden “idear”, construyendo incluso como acabamos de ver nuevas formas de vida o cambiar, a la carta, la de las personas modificando su naturaleza , lo que genera nuevas formas de sociedad y de desarrollo de las personas en ella. Y, por otro, encontramos lo que llamo persona-dependiente, esclavizada, alienada, sometida al poder social, sin libertad para desarrollar todas sus capacidades.
El publicista italiano Pino Aprile en su libro “Elogio de la imbecilidad” advierte: ¡la inteligencia ya no es necesaria! Según este autor, la sociedad occidental moderna se parece a una gigantesca maquinaria en la que el espacio para la actuación inteligente ha ido restringiéndose considerablemente. Los mecanismos sociales y la «extrema subdivisión de las funciones» en las organizaciones proporcionan a los individuos normas de conducta y tareas fáciles, que no requieren de un espíritu creativo e innovador. La tecnología pone en bandeja soluciones sencillas, que pueden ser utilizadas incluso por las personas menos dotadas (usted no tiene que comprender cómo funciona un microondas para utilizarlo en su casa.) En consecuencia, las oportunidades para ejercitar la inteligencia se reducen cada vez más. ¿Dónde está ahora la antigua supervivencia del más apto?
Seguramente, la naturaleza humana tiende a la valoración crítica, a la duda y a la innovación. Sin embargo, en la práctica si todos empezaran a plantear dudas, a cuestionar el funcionamiento de las estructuras sociales, la búsqueda de soluciones nuevas podría ayudar a mejorar el sistema. «Los valores de la persona (...) son como arena que se introduce en los engranajes: pueden obstruir los mecanismos.» De ahí que cuando los valores éticos y morales de las personas amenazan con bloquear el sistema, la sociedad reacciona como un organismo vivo y se defiende del «peligro», utilizando mecanismos supresores de inteligencia para anular a la mayoría de las personas.
¿Qué debemos preguntarnos a partir de aquí? Carlitos, tras salir abatido de un examen, decía a Snoopy:
¡Qué pena, cuando supe todas las respuestas cambiaron todas las preguntas!

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