Con un Dios escondido, nadie sabía”
(Villancico
popular argentino)
El Señor Gamaliel se afana en pintar su
posada y sacar de la bodega todo aquello que se parezca a una cama o a un
catre. La autoridad ha ordenado, que todas las personas se empadronen en la
ciudad donde han nacido sus antepasados. Se frota las manos porque Belén es una
de esas ciudades. Se llenará de gente.
Las caravanas se acercan a la ciudad.
Todos protestan y gritan contra la autoridad porque les ha obligado a salir de
sus casas y caminar muchos días. El trasiego de gente es asfixiante. El señor
Gamaliel no admite a cualquier persona. Él solo recibirá a los forasteros con dinero
Al caer la tarde llega un hombre joven
pidiendo posada. Su mujer va montada en un borriquillo y está embarazada, muy
pronto dará a luz. Vienen de Nazaret. El posadero los mira y piensa que no le
interesan, porque un parto en estas circunstancias estropearía el negocio. Además,
¿dónde los mete? Todo está lleno, que se busquen la vida.
De madrugada, como si fuera un huracán
empiezan a llegarle noticias. Vecinos y amigos llaman a la puerta de la posada.
Están indignados. Se quitan la palabra unos a otros, echan en cara al posadero
no haber acogido a una madre a punto de dar a luz.
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—Pero, ¿quién se fía de los pastores?
—Yo lo he visto. —Explica la lavandera—.
He estado allí. El Niño ha nacido en una cueva porque tú no le has dado posada.
Se necesita tener la cabeza dura para dejar pasar al mismo Dios que llama a tu
puerta. Además has mentido, porque había sitio en tu posada.
—¡Fuera de aquí! —grita el posadero y
cierra la puerta.
El Señor Gamaliel está agotado. Las
noticias, que ha oído, dan vueltas en su cabeza. La gente está loca —piensa— Sube
a la azotea y se sienta, necesita despejarse. Mira al cielo y observa cómo una
de las estrellas se dirige hacia las montañas. Se levanta y grita:
—¡Una estrella se mueve! ¿Yo también me
estoy volviendo loco? Ángeles que cantan, pastores que engañan, he echado al
Mesías de mi casa y ahora la estrella que vuela.
El posadero se coge la cabeza con las
manos y piensa ¿Qué he hecho yo? ¿Qué pasa que todo el mundo me culpa? ¿Qué es esta historia? Un recuerdo
llega a su mente. Cuando era niño su padre le dijo que era Belén la ciudad
donde iba a nacer el Mesías. Lo había olvidado. El vive para sus negocios y
sabe poco de estas cosas, pero que le digan que ha cerrado la puerta a un niño eso no lo consiente. Del fondo de su corazón
dice con palabras cansadas pero sinceras:
—Perdón, perdón. Y ahora ¿qué tengo que
hacer?
De la calle sube el sonido de una
flauta. El Señor Gamaliel no comprende nada, pero ha decidido asumir todo lo
que le vaya ocurriendo. El pastor de la flauta le dice que la madre del Niño
quiere hablar con él.
Caminan juntos hacia el Portal. El
posadero recuerda la imagen de la joven embarazada que se paró ante su puerta. Cómo
le gustaría volver la historia al principio, la acogería a ella y a su marido en la mejor habitación,
pero ya era tarde.
Llegan al Portal. El posadero no se
atreve a entrar. María sale a su encuentro y le dice:
—No
es tarde. Todavía es tiempo. El Señor volverá a pasar. Abre bien los ojos
de tu corazón porque llamará a tu puerta “disfrazado”, como joven sin trabajo, como una familia con hambre, como un
anciano solo, como un enfermo que no tiene para curarse, como un niño
abandonado, como un extranjero sin papeles, como mujer maltratada… Pasará y
entonces no pierdas de nuevo la ocasión de abrirle la puerta, hazle entrar para
curar sus heridas y atenderlo con todo el cariño que puedas.
Suena la música. Es la fiesta. Toda la
ciudad de Belén está presente en el Portal, para cantar al Niño, abrazar a
María, ayudar a José y felicitar al posadero porque acoge en su corazón a Dios
Niño.
El Señor Gamaliel volvió a su casa
cantando:
“Es mi casa tu hogar,
llama a la puerta”.
María del Carmen Ramos Pueyo
Sevilla, Navidad 2016
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