miércoles, 12 de abril de 2017

SEMANA SANTA:COMO YO OS HE AMADO

“La pequeña equivocación de Jesús”
San Juan (13:33-34)
Entonces, dijo Jesús:— 33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.
34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.


La VIDA nunca se equivoca.
Fluye en el terraplén y en el tronco seco
Hay un momento del evangelio, que todos conocéis muy bien, donde un maestro de la ley se acerca a Jesús y le pregunta: “Mira, Maestro, dime cuál es para ti el mandamiento más importante”. Sabéis la respuesta, Jesús le dice: “El mandamiento más importante es amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo”.
No debió quedarse Jesús muy satisfecho con esta respuesta, especialmente con la segunda parte de ese mandamiento: “ama al otro como a ti mismo”. ¿Y por qué razón Jesús no se quedó muy conforme con esa respuesta? Porque quizá se había equivocado, porque quizá un mandamiento así formulado, no era un buen mandamiento. ¿Por qué razón? Porque hay gente que no sabe amarse a sí misma. “Ama al prójimo como a ti mismo” es un mandamiento tremendamente peligroso, ya que la medida del amor, recae en mí mismo y, curiosamente, ¡hay gente que se ama tan mal! Cuando uno no se ama bien a sí mismo, es incapaz de amar a los otros, porque al final lo que hacemos es extender hacia fuera el trato que tenemos con nosotros mismos. Si yo soy muy exigente conmigo mismo, soy exigente con los otros. Si yo no soy capaz de valorarme como persona, no soy capaz de valorar a los otros. En definitiva, si yo no sé tratarme bien, amorosamente a mí mismo, no soy capaz de tratar bien y amorosamente a los otros.


Precisamente por esta pequeña equivocación de Jesús, como Él no se quedaba tranquilo con la respuesta que había dado, antes de abandonar este mundo, la noche en la que iba a ser entregado, es decir, el Jueves Santo, les dio a sus discípulos un mandamiento nuevo: “¿Recordáis que un día os dije que teníais que amar al prójimo como os amáis a vosotros mismos? Pues eso lo olvidáis. Hay un mandamiento nuevo, un mandamiento mucho mejor, un mandamiento mucho más consistente. Amaos unos a otros como yo os he amado”. Las palabras mágicas de esta tarde son “como yo”. ¿Por qué razón? Porque apuntan a la verdadera naturaleza del amor.
La verdadera naturaleza del amor no se mide desde lo que yo soy capaz de dar de sí. No soy yo mismo la medida del amor. Para todos los que estamos aquí esta tarde, la medida del amor es Jesucristo. La medida es el amor que Él nos ha tenido. Por eso, podríamos preguntarnos cuál es esa medida: ¿cuál es la medida del “como yo”? Pues la medida del “como yo” es la “sin medida”. No es un juego de palabras, es una realidad tan firme, tan contundente, que podemos fundamentar en ella toda nuestra vida. La medida del amor, eso lo hemos aprendido de Jesús, es la “sin medida”: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Esta “sin medida”, este carácter excesivo del amor, esta
incondicionalidad sin límites, es lo único que puede salvar al mundo. Por esa razón, decimos que la muerte de Cristo ha traído la salvación, ya que cuando dejamos un espacio en nuestra vida, en nuestra existencia, a un amor cuya medida es “la sin medida”, todas las cosas se trastocan, todas las cosas se hacen nuevas, todo comienza a florecer. Esa “sin medida” del amor es la única manera de convertir los desiertos en vergeles, en paraísos.

En esta tarde, en la cual el Señor iba a ser entregado, Él se auto-propone a sí mismo como la única medida de todas las cosas; y especialmente, como la medida del amor. Le pedimos al Señor, en esta celebración, que toque el corazón de todos nosotros, de modo que seamos capaces de abrirnos a la única medida del verdadero amor: la “sin medida”.

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