jueves, 5 de diciembre de 2019

SEGUIMOS EN ADVIENTO A LA ESPERA


¿Somos tan tontos como nos hacen creer?
El pasado 22 de noviembre por la tarde noche me encontraba en una popular calle de Madrid. Sin previo aviso, las luces de Navidad de las calles se encendieron (poniéndose al nivel de las de los grandes almacenes, que ya lo habían hecho una semana antes). Muy cerca de mí, una niña pequeña le preguntó a su madre «¿mamá, es ya Navidad?», a lo que la madre respondió «no, es para que compremos», a esto, la niña con espontaneidad dijo, «ah, ¿y qué vamos a comprar?»


Recuerdo que cuando era pequeño, las luces de Navidad se encendían en el puente de la Inmaculada. Entonces, los niños empezábamos a poner el belén, comenzando así la ilusión y la espera. No faltaba entonces la voz de algún abuelo que nos decía que antiguamente los belenes se ponían el día 22 de diciembre, para poder así respetar el tiempo de Adviento, que es un tiempo de espera. Sin embargo, nosotros seguíamos poniendo el belén, comenzando a cantar villancicos y en definitiva, tratando de adelantar la Navidad, porque eso de la espera… no terminaba de convencernos. No queríamos esperar, sino que queríamos hacer que fuera Navidad ya.

Reconozco que al ver cómo las luces de Navidad se encienden tan pronto (más de un mes antes de Navidad y una semana antes de que comience el Adviento), me acuerdo de mis abuelos y pienso ¿me estaré haciendo mayor? Porque, siendo verdad aquello de que «quien espera desespera», creo que la espera cristiana tiene mucho de positivo, ya que nos enseña que no todo puede ser aquí y ahora como queremos. Además, el que nuestras ciudades estén decoradas de modo navideño durante un mes, hace que, cuando llega de verdad la Navidad, ya nos hemos acostumbrado a ello (y a veces incluso cansado).

Pero, pese a la importancia que tiene todo lo anterior, la pregunta que me gustaría lanzar con este post va en otra dirección. Y es que, al ver el encendido de las luces un mes antes de la Navidad, la mayoría de nosotros sentimos que nos están engañando y de algún modo forzando a consumir (al igual que cuando aparecen los bañadores cuando todavía hace frío o los abrigos mientras vamos en manga corta). Entonces, hay algo en nuestro interior que quiere resistirse, puesto que sabemos que todavía no es Navidad y, por tanto no queremos adelantar acontecimientos. Pero, por otro lado, comenzamos a pensar… «¿no debería comenzar a comprar algunos regalos aprovechando los precios?, ¿y si comenzamos ya a comer turrón?, ¿por qué no comprar ya la cena de Nochebuena?» Y así, poco a poco vamos cayendo precisamente en la trampa que esas luces tempraneras nos han tendido.

Por ello, creo que, al comenzar este Adviento deberíamos plantearnos varias preguntas: ¿somos tan tontos como nos hacen creer?, ¿caemos en la trampa de las campañas publicitarias?, ¿vivimos en la esquizofrenia de saber por un lado que no es Navidad, pero por el otro activarnos consumistamente como si lo fuera? 
¿Cuáles son los signos que nos mostrarán de verdad que la Navidad ha llegado?
Tomado de Cristianismo y justicia


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