sábado, 5 de diciembre de 2020

SIGUE HABIENDO CUENTOS DE NAVIDAD...

 

Cuento de Navidad 2020 

El día 24 de diciembre de este año todos los árboles del pueblo florecieron. Las flores eran blancas, pequeñas y voladoras. El aire las arrancaba de las ramas y daba la impresión que estaba nevando. Cada vez había más flores. Muchos niños salieron a la calle a jugar con aquella extraña nieve. Algunos mayores también. Saludos, abrazos, palabras de ánimo. Su falta de esperanza, no les dejaba mirar de verdad y descubrir la belleza de reencontrar a sus vecinos. La televisión y la radio anunciaban que habían florecido los árboles de muchos pueblos y ciudades. Floreció la mirada. Algunos no habían arrancado las hojas del calendario desde marzo y no se habían dado cuenta que ese día era 24 de diciembre. Sentían un vacío inmenso, que había durado demasiado. Despertaron a la realidad y abrieron las ventanas; la sorpresa de ver tantas flores blancas les recordó la Navidad y las reuniones familiares. Floreció el asombro. Otros se reían de la noticia de las flores y anotaban la cantidad de dinero inútil que había gastado el Ayuntamiento, para producir un teatro, pero ni siquiera abrieron las ventanas. Demasiadas familias ajustaban el presupuesto, porque era final de mes y no estaban para fiestas románticas. A los enfermos solos, nadie les contaba que había flores blancas volando cerca de sus ventanas. Había jóvenes que sufrían un paro de esperanza, porque veían su futuro muy negro. El viento jugaba con los árboles y las flores volaban. Era un verdadero espectáculo que no se querían perder. La gente expresaba lo que sentía en ese momento; cogían las flores al vuelo, otras del suelo, de los bancos del parque, de los techos de los coches, con los paraguas. Las llevaban a sus casas, las regalaban, se adornaban el pelo y todos gritaban y saltaban de alegría y sonaron las risas y las carcajadas. Floreció la risa. La mayoría volvió a creer que no se puede vivir, ni proyectar, ni pensar, ni realizar objetivos, incluso ni brindar, cada uno, sin contar con los demás. Se unieron para bailar el mismo compás, aunque su manera de pensar fuera distinta. Empezaron a soñar. El buen corazón de cada uno floreció también. Hasta los aguafiestas pusieron su parte de ánimo. Floreció la fiesta Cada vez había más personas en la calle, disfrutando de la fiesta. Los niños no pensaban jugaban y jugaban. Aparecieron guitarras, tambores, flautas, panderos, cascabeles, el almirez y el toque de palmas que acompañaba la música de un villancico. “Ande, ande, ande la Marimorena. Ande, ande, ande que es la Nochebuena”. En ese momento un niño preguntó: ¿Estamos todos en esta fiesta? Tuvo que repetir la pregunta varias veces hasta que se hizo el silencio. Y ¿por qué lo preguntas con tanto interés? Porque mi abuelo está enfermo y no puede salir de casa. El murmullo fue inmediato. Las personas hablaban unas con otras para recordar los que no estaban en la fiesta. Enfermos, ancianos, impedidos, los nadie, los que no cuentan para nada, aquellos cuya pensión no alcanza, los que no tienen trabajo, los de fuera, los tristes, los que sienten el futuro negro, los jóvenes…Tenían que estar todos. Una mujer dijo: Yo conozco una familia que vive en una casa, medio en ruinas, al lado del río. Ella acaba de dar a luz un niño y vive con su marido Pepe, que todos conocemos porque nos hace pequeños arreglos en nuestras casas. A la madre le llaman Mari. Floreció el anuncio. Era importante organizarse para que todos, todos se sintieran invitados a la fiesta. Pidieron la colaboración de tres niños, Julio, Martín y Javier para que escribieran en un cuaderno, como los del colegio, el itinerario de ayuda, consuelo y alegría, no solo en esta noche de fiesta, también quedaba escrita toda la realidad del pueblo para seguir festejando muchos días. Empezaron bajando al río para visitar a Mari, a Pepe y al niño. Floreció la solidaridad El viento amainó y las flores dejaron de volar un rato. Ellos iban cantando. Al llegar encontraron al niño dormido en su cuna. Mari estaba de pie abrigándose con un pequeño manto. Pepe a su lado la cogía por los hombros. Sus caras eran de sorpresa y desazón. No sabían qué significaba tal visita. En un instante todos sintieron lo mismo ¿No era esto la Navidad? Y surgió la canción que sale del recuerdo de muchas navidades vividas. “Noche de paz…” Floreció la Navidad El niño empezó a llorar. Un silencio cubrió el corazón de todos. Ese niño quería decir algo. Mari, más relajada, cogió al pequeño, se sentó y le dio de mamar. Pepe seguía de pie a su lado. Entonces el silencio floreció en oración. “Gracias”, ”ayúdanos”, “¿qué me dice a mí todo ésto?”, “perdona, no hemos sabido ser solidarios”, “no puede ser siempre pensar en nosotros para nosotros” todos es todos, también los que no piensan como yo”… ¿Con quién hablaban? Con el Niño, que representaba el Nacimiento de Jesús hijo de Dios Floreció la fe. Este año, en muchos pueblos y culturas, ha florecido la solidaridad, la fiesta para todos y la fe que acoge el misterio de la Navidad. 

MARÍA DEL CARMEN RAMOS PUEYO SEVILLA 2020

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