El misterio del tiempo es una
experiencia relativa, o nos deja vacíos o nos pone a punto.
Entrar en el ciclo de Navidad es una
oportunidad. El tiempo que vendrá, será distinto, inmediatamente nuevo, un
tiempo de atención al otro.
Para los creyentes, hay dos
ciclos: el de Navidad que nos llama a vivir inmersos en la fe, por más que
estemos en sombras, porque la Luz llega. No la poseemos todavía, pero sabemos que ha
venido para la vida de la humanidad y para la Iglesia.
El ciclo de Pascua: es la seriedad de la
lucha por el Reino.
El misterio de Navidad aparece como un
misterio creíble, incluimos a Dios, algo que nos desborda. El Verbo es para
nosotros la Verdad “consagrados en la verdad”. La Luz y la Verdad son Jesús. La Luz la necesitamos, pero ¿Cómo se verifica la luz en el ser humano? en el valor de
la infancia, la ternura y la confianza.
La infancia, olvidamos que fuimos niños, y es la esencia del ser. Jesús recordaba la gloria del Padre al ver a los niños.
Es una constante de la vida porque el niño es portador de la verdad del ser humano: la fragilidad, la
pequeñez y su confianza en el otro que lo cuida y de ahí se desprende la gratitud.
Ante el niño, brota el respeto y el
cariño que es la voz de Dios que nos está llamando. Es la vida del niño que suscita
además del amor, otra actitud importante, la ternura, descubrimiento emocional, es el beso
y el abrazo. Redescubriendo al niño que yo soy, existe la alegría y el gozo del amor, “…acreciste la
alegría, aumentaste el gozo” Isaías 1, 6. Por ahí se entiende el misterio de
la Navidad. Si aceptamos nuestra infancia, aparece una capacidad nueva: no
estamos perdidos… “si sois como niños entraréis en el Reino”. La Navidad se entiende por
el misterio de la ternura (en este mundo tan cruel) y por el misterio del amor.
¿Cómo activar este resurgir de la
infancia?, sería “nacer de nuevo”.
El pueblo que andaba en tinieblas …vio
una luz. Que la luz venga en medio de la oscuridad. Pensar en la oscuridad que cada uno está
viviendo, que viene de las personas , de las instituciones, por las relaciones
con otros… Hay que dejar que esa oscuridad sea fuerte, no rehuirla, es del
mundo…. Y también la oscuridad de Dios, cuando no le percibimos. ¿Por qué? En el
fondo, esa es la oscuridad en la que aparecerá la Luz…”Alzad los ojos y ved”
¿Cómo caminar hacia la luz que nos viene?
Descubrir los signos de caridad, de horizonte, también en las personas que son
signos reales, siempre “son divinos” esos signos… abrid los ojos
y ved.
Caminamos hacia la Luz tocando los
signos de humanidad de Jesús, como un criadillo a su lado… con la lectura evangélica.
Jesús es la humanización de Dios, signos que nos abren los cielos.
En nuestra historia de fe, en cuántos momentos, el Señor ha venido… es una realidad contundente. ¡El Señor ha estado grande
con nosotros y estamos alegres! En el camino de la fe, la noche oscura
es lo normal y en el fondo de ella nos está esperando Dios.
“En una noche oscura,
con ansias en amores
inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada”.