jueves, 6 de abril de 2017

Meditación:Jesús está hablando de su muerte

“El miedo a Jesús” 


San Marcos (9:30-37) 30 Y saliendo de allí, iban pasando a través de Galilea, y él no quería que nadie se enterase; 31 pues él estaba enseñándoles a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre es entregado a traición en manos de hombres, y le matarán; y después de tres días, resucitará. 32 Pero ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle. 33 Llegaron a Cafarnaúm. Y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? 34 Pero ellos se callaban; porque en el camino habían discutido entre sí quién era mayor. 35 Entonces se sentó, llamó a voces a los doce, y les dijo: Si alguien desea ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. 36 Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo tomó en sus brazos, y les dijo: 37 Cualquiera que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió.

Una frase ha llamado especialmente mi atención de este evangelio que acabamos de escuchar. Se trata de ese momento en el que se nos dice: “tenían miedo de preguntarle”. Jesús está hablando de su pasión en Jerusalén. Jesús está hablando de que le espera una muerte segura, porque va a ser entregado en mano de los sacerdotes, va a ser maltratado, va a ser crucificado. Nos dice el evangelista, que los discípulos no entendían muy bien de qué estaba hablando el Maestro y que les daba miedo preguntar.



Me llama la atención, en particular esta frase, porque me siento muy identificado con ella y, al mismo tiempo, siento que es una frase en la cual nos podemos sentir todos reflejados, porque somos cristianos a medio gas. Algunas veces, tengo la impresión de que jugamos con Jesús, porque le abrimos una rendija de la puerta de nuestra casa pero, en definitiva, no le dejamos pasar. ¿Cuál es la razón última de esa forma a medias de vivir nuestro cristianismo? Nos da miedo preguntarle. Es decir, somos conscientes de que la propuesta de Jesús es tan firme, la propuesta de Jesús es tan seria, la propuesta de Jesús es tan radical, que nos da miedo preguntar y, de este modo, vivimos la fe como si fuera una especie de barniz que puede embellecer, en un momento puntual, nuestra vida. No acabamos de hincarle el diente a esa radicalidad con la cual Jesús presenta su evangelio, porque hincarle el diente sería acercarnos a un abismo que nos da vértigo. Hincarle el diente equivaldría a asumir un cambio tan radical en nuestra existencia que nos sentimos aterrorizados.
Es como los discípulos, como si ellos le estuvieran diciendo: “No nos estropees la velada, no nos hables de cosas tan serias, no nos hables de muerte, de entrega, de servicio, no nos hables de cruz; a nosotros nos interesa quién es el primero, quién tiene más poder; a nosotros nos interesa ir entreteniéndonos en el camino de la vida, con las cosas cotidianas que, al fin y al cabo, nos entusiasman más que lo que tú nos planteas. Nos interesa cómo alcanzar mayores cotas de éxito, cómo tener más dinero, cómo vivir de una manera mucho menos densa y espiritual, de una manera en la cual pasen los días sin pena ni gloria. Tu propuesta Jesús nos da miedo, tu propuesta Jesús nos da vértigo. Preferimos vivir en esa especie de sueño en el cual va pasando nuestra vida”.
Por eso, el evangelio de hoy es tan radical. Al menos, podemos pedirle al Señor que nos dé un poco de paz para contemplar lo que Él nos propone, para considerarlo; por lo menos, para asumir que su propuesta de vida puede ser un bien para nosotros y un bien para los que nos rodean. Vamos a pedirle al Señor que nuestro cristianismo sea algo mucho más sustantivo de lo que es ahora mismo en nuestra vida concreta. Vamos a pedirle que ojalá seamos capaces de dejarlo entrar en nuestra vida, en nuestra casa, como Él se merece.
Del libro "Y la Palabra se hizo dialogo" De Serafín Béjar

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