Cuento de Navidad 2020 El día 24 de diciembre de este año todos los
árboles del pueblo florecieron. Las flores eran
blancas, pequeñas y voladoras. El aire las
arrancaba de las ramas y daba la impresión
que estaba nevando. Cada vez había más
flores.
Muchos niños salieron a la calle a jugar con
aquella extraña nieve. Algunos mayores
también. Saludos, abrazos, palabras de ánimo.
Su falta de esperanza, no les dejaba mirar de
verdad y descubrir la belleza de reencontrar a
sus vecinos. La televisión y la radio
anunciaban que habían florecido los árboles de
muchos pueblos y ciudades. Floreció la
mirada.
Algunos no habían arrancado las hojas del
calendario desde marzo y no se habían dado
cuenta que ese día era 24 de diciembre.
Sentían un vacío inmenso, que había durado
demasiado. Despertaron a la realidad y
abrieron las ventanas; la sorpresa de ver
tantas flores blancas les recordó la Navidad
y las reuniones familiares. Floreció el
asombro.
Otros se reían de la noticia de las flores y
anotaban la cantidad de dinero inútil que
había gastado el Ayuntamiento, para producir
un teatro, pero ni siquiera abrieron las
ventanas.
Demasiadas familias ajustaban el presupuesto,
porque era final de mes y no estaban para
fiestas románticas. A los enfermos solos, nadie
les contaba que había flores blancas volando
cerca de sus ventanas. Había jóvenes que
sufrían un paro de esperanza, porque veían su
futuro muy negro.
El viento jugaba con los árboles y las flores
volaban. Era un verdadero espectáculo que no
se querían perder. La gente expresaba lo que
sentía en ese momento; cogían las flores al
vuelo, otras del suelo, de los bancos del
parque, de los techos de los coches, con los
paraguas. Las llevaban a sus casas, las
regalaban, se adornaban el pelo y todos gritaban y saltaban de alegría y sonaron las
risas y las carcajadas. Floreció la risa.
La mayoría volvió a creer que no se puede
vivir, ni proyectar, ni pensar, ni realizar
objetivos, incluso ni brindar, cada uno, sin
contar con los demás. Se unieron para bailar
el mismo compás, aunque su manera de
pensar fuera distinta. Empezaron a soñar. El
buen corazón de cada uno floreció también.
Hasta los aguafiestas pusieron su parte de
ánimo. Floreció la fiesta
Cada vez había más personas en la calle,
disfrutando de la fiesta. Los niños no
pensaban jugaban y jugaban. Aparecieron
guitarras, tambores, flautas, panderos,
cascabeles, el almirez y el toque de palmas que
acompañaba la música de un villancico. “Ande,
ande, ande la Marimorena. Ande, ande, ande que
es la Nochebuena”.
En ese momento un niño preguntó: ¿Estamos
todos en esta fiesta? Tuvo que repetir la
pregunta varias veces hasta que se hizo el
silencio. Y ¿por qué lo preguntas con tanto
interés? Porque mi abuelo está enfermo y no
puede salir de casa. El murmullo fue
inmediato. Las personas hablaban unas con
otras para recordar los que no estaban en la
fiesta. Enfermos, ancianos, impedidos, los
nadie, los que no cuentan para nada, aquellos
cuya pensión no alcanza, los que no tienen
trabajo, los de fuera, los tristes, los que
sienten el futuro negro, los jóvenes…Tenían
que estar todos.
Una mujer dijo: Yo conozco una familia que
vive en una casa, medio en ruinas, al lado del
río. Ella acaba de dar a luz un niño y vive con
su marido Pepe, que todos conocemos porque
nos hace pequeños arreglos en nuestras casas.
A la madre le llaman Mari. Floreció el
anuncio.
Era importante organizarse para que todos,
todos se sintieran invitados a la fiesta.
Pidieron la colaboración de tres niños, Julio,
Martín y Javier para que escribieran en un
cuaderno, como los del colegio, el itinerario de
ayuda, consuelo y alegría, no solo en esta
noche de fiesta, también quedaba escrita toda
la realidad del pueblo para seguir festejando
muchos días. Empezaron bajando al río para
visitar a Mari, a Pepe y al niño. Floreció la
solidaridad
El viento amainó y las flores dejaron de volar
un rato. Ellos iban cantando. Al llegar
encontraron al niño dormido en su cuna.
Mari estaba de pie abrigándose con un
pequeño manto. Pepe a su lado la cogía por
los hombros. Sus caras eran de sorpresa y
desazón. No sabían qué significaba tal visita.
En un instante todos sintieron lo mismo ¿No
era esto la Navidad? Y surgió la canción que
sale del recuerdo de muchas navidades
vividas. “Noche de paz…” Floreció la Navidad
El niño empezó
a llorar. Un
silencio cubrió el
corazón de
todos. Ese niño
quería decir
algo. Mari, más
relajada, cogió al
pequeño, se
sentó y le dio de
mamar. Pepe seguía de pie a su lado. Entonces
el silencio floreció en oración. “Gracias”,
”ayúdanos”, “¿qué me dice a mí todo ésto?”,
“perdona, no hemos sabido ser solidarios”, “no
puede ser siempre pensar en nosotros para
nosotros” todos es todos, también los que no
piensan como yo”… ¿Con quién hablaban?
Con el Niño, que representaba el Nacimiento
de Jesús hijo de Dios Floreció la fe.
Este año, en muchos pueblos y culturas, ha
florecido la solidaridad, la fiesta para todos y
la fe que acoge el misterio de la Navidad.
MARÍA DEL CARMEN RAMOS PUEYO SEVILLA 2020