Comenzó su papado con un nombre, Francisco, que fue todo un símbolo. Continuó con detalles que hablaban de un estilo sencillo de vida, ni zapatos rojos, ni sello de oro…
Dijo que quería una iglesia en salida, que fuéramos a las periferias, a los márgenes y nos dio ejemplo de ello. Ha visitado cárceles, acogido migrantes… Sus 47 viajes fuera de Italia destacan principalmente por los destinos elegidos, pues varios de ellos son países de minoría católica, en algunos los católicos han sufrido y sufren persecución religiosa, y/o han padecido y padecen la guerra.
Es un pastor con “olor a oveja” que tiene un rebaño enorme al que ha querido escuchar para comprender y atender mejor, de ahí el Sínodo en el que hemos tenido la oportunidad de participar. ¿Cuándo lo hubiéramos soñado? Y como “tengo ovejas de otro rebaño” y “a esas las voy a atraer” ha hablado con respeto y se ha acercado a personas ateas, y ha tendido puentes con otras confesiones religiosas, con respeto, sin proselitismo. Como decía San Francisco, hay que predicar con el ejemplo y, si hiciera falta, con la palabra.
Hago mención, como mujer a la escucha de las mujeres y a la inclusión de las mismas en puestos antes ocupados sólo por hombres. No está todo conseguido, pero ha iniciado el proceso.
Ha abordado temas difíciles como el de las parejas separadas y vuelta a casar, la homosexualidad, todo desde la idea de la inclusión. Nadie debe quedar fuera de la iglesia. Son pasitos, pero paso a paso se hace el camino.
Y por último admiro su capacidad de trabajo. Ni enfermo ha dejado de trabajar. Su última carta encíclica “Dilexit Nos”, sobre el amor divino y humano del Corazón de Jesucristo, ha sido un broche de oro con el que poner fin a toda una seria de maravillosos escritos, porque ¿Cuál es el mandamiento esencial del cristiano sino el del amor?
¡Gracias Papa Francisco!
Isabel Domínguez
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