Mantuvo sus zapatos negros y eligió la mitra más austera, decidió vivir en Santa Marta y en su sencillísimo testamento expresa que sus restos se depositen en la Basílica de Santa María la Mayor. De gestos sencillos y significativos tendríamos que escribir mucho, pero no podemos olvidar la grandeza de su pontificado.
Doce años de entrega incansable y con una intencionalidad clara, de recuperar la línea de apertura del Concilio Vaticano II, su predilección por las periferias, sus reformas iniciadas. La riqueza de sus cuatro encíclicas, de sus seis exhortaciones apostólicas, de los seis Sínodos presididos, cuatro jornadas Mundiales de la Juventud y convocado cinco años especiales en la vida de la Iglesia, actualmente viviendo el del jubileo de la Esperanza.
Al iniciar este jubileo, el papa Francisco subrayó la importancia de la esperanza como un regalo de Dios que nos permite mirar el futuro con optimismo y valentía. A través de este Año Jubilar el papa invitó a todos a ser “Peregrinos de la Esperanza”, a llevar la esperanza a aquellos que la han perdido y a vivir con alegría la paz y el perdón que Cristo trae al mundo.
Recemos la oración que compuso para este año y pidamos al Espíritu Santo que ilumine a los padres del Cónclave.
Mariana Báez
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