domingo, 28 de marzo de 2021

“La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren”

Entrar en las llagas de Cristo hoy

Por Carmen Aparicio. Teóloga

En el mensaje de cuaresma del 2020, el Papa Francisco decía: “La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren”. Hoy suenan casi como palabras proféticas. Por segundo año consecutivo nos encontramos en una situación en la que celebraremos la Pascua en una situación “anómala” respecto a lo que estabamos acostumbrados. Seguimos inmersos en una situación en la que nuestra vulnerabilidad se ha puesto más en evidencia y en la que las llagas de la humanidad se hacen más evidentes.

El misterio pascual nos pone ante la sabiduría de Dios. Pablo nos habla de la cruz como sabiduría de Dios, lugar de confusión para los sabios del mundo (cfr. 1Cor 1,22) porque “Dios ha escogido a los locos del mundo para confundir a los sabios y a los débiles del mundo para confundir a los fuertes” (Sic 1 Cor 1,27). En la cruz Dios se revela en la debilidad humana del crucificado. En ella la lógica del mundo se ve contrastada con la lógica del amor y del perdón;en ella se descubre a un Dios que se hace solidario con la humanidad, a un Dios que se manifiesta en la debilidad, se descubre a un Dios que no da respuestas lógicas, sino que está presente.


Para aprender la sabiduria de la cruz Poveda invita a entrar, a morar en las llagas de Cristo, donde la carne se rompe, se desgarra. Las llagas de Cristo están presentes en nuestro mundo, pero tenemos que salir de nosotros mismos para reconocerlas y morar en ellas. Esto mismo lo indica el Papa Francisco hablando de las dos salidas del cristiano: salir de nosotros mismos hacia las llagas de Jesús y hacia las llagas de nuestros hermanos y hermanas:

"Las llagas de Jesús están presentes en la tierra. Para reconocerlas es necesario salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los hermanos necesitados, enfermos, ignorantes, pobres, usados [...]. Si no logramos salir de nosotros mismos hacia esas llagas, nunca aprenderemos la libertad que nos lleva desde la otra salida de nosotros mismos a las llagas de Jesús [...]. Salir hacia las llagas de Jesús, salir hacia las llagas de nuestros hermanos y hermanas. Este es el camino que Jesús quiere en nuestra oración"[1].

Hay una relación inseparable entre las llagas de Cristo y las llagas de la humanidad. Ante la pregunta de por qué el sufrimiento, por qué las llagas, no podemos encontrar una respuesta que justifique, pero podemos encontrar el rostro de Dios en ellas; no podremos encontrar un por qué, pero podremos vivirlas con sentido.

Las llagas de Cristo nos llevan al crucificado. Pero no podemos olvidar que también Cristo resucitado tiene llagas: Jesús se aparece a los discípulo y, dándoles la paz “les mostró las manos y el costado” (Jn 20,20).

Muchas veces me he preguntado por qué los discípulos de Emaus no reconocieron a Jesús por sus llagas: ¿por qué no las vieron?, ¿por qué no repararon en ellas? Esto me lleva a pensar que reconocer las llagas exige una actitud, una mirada especial. A veces, nuestro corazón y nuestros ojos están cerrados y podemos pasar junto a ellas sin darnos cuenta, sin reconocerlas. También podemos verlas y pasar de largo, como el rico del evangelio que desprecia a Lazaro (cfr. Lc 16,19-31).

Ver las llagas y entrar en ellas es fruto de la gracia, es una conversión-transformación que nos va llevando a una identificación con Cristo llegando a amar lo que él ama y a sentirnos tocados por todo aquello que conmuove sus entrañas.

De la mano de Poveda vamos a adentrarnos en el sentido profundo de “entrar en las llagas”. Nos vamos a acercar a este tema principalmente a partir de un conjunto de siete cartas que Poveda escribió en febrero de 1923, en días consecutivos, sobre un tema que hoy puede resultar algo sorprendente: "Morar en las llagas de Cristo"[2].Poveda se acercará el tema viéndo en ellas una escuela de sanación y de amor. De hecho esta serie de escritos podrían aparecer con el título: "Dónde aprender el amor".

Unos años antes (1908), ya había hablado sobre este tema.  Allí, en Covadonga, desde su experiencia personal puede decir que las llagas son el lugar del encuentro sanante, de la purificación interior, del perdón, de la misericordia. No olvidemos que la misericordia es generativa; la misericordia nos habla de entrañas y de dar la vida[3].Poveda propone un dinamismo: levantarse, ir y mostrar. Es un camino que exige libertad, decisión y sinceridad.

Ante la insistencia de morar en las llagas de Cristo, algo que humanamente repele, surgen muchas preguntas: ¿Por qué hay que morar en ellas? ¿Qué significado tiene ese lugar de morada? ¿en qué consiste morar en las llagas? ¿Cómo se puede hacer? ¿Es necesario?

La dinámica de abajamiento, de kenosis, es la que contemplamos en Dios en toda la historia de salvación. San Pablo nos lo dice claramente en la carta a los Filipenses:

“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo [...] se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muertey una muerte de cruz”.

Morar en la llagas de Cristo

Poveda hablará de las llagas de Cristo como un lugar privilegiado de encuentro con Él, casi podríamos decir que son un lugar de intimidad: “las cámaras de mis esposas y de todas las almas que me son caras”[1]. Estar en ellas es estar muy cerca de Cristo, por eso son lugar donde aprender de él: "Venís a reuniros en Cristo para unificar vuestra espíritu, pensando, queriendo y sintiendo como Él" [186]. Es decir son lugar donde orar para llegar a pensar, sentir y querer como Jesús. Son además un lugar seguro, refugio para “obtener luces, adquirir fuerzas, templar vuestro espíritu”.

Las llagas son el lugar seguro donde refugiarse, donde esconderse, donde hablar con Cristo; las llagas son un medio para obtener la misericordia del Padre. Jesús, reconciliándonos con el Padre, no nos sustituye, nos lleva con él, dándonos así la posibilidad de responder con Él, a su modo y éste es el amor: “Jesús representó ante Dios a cada ser humano, sin sustituirle; regalándole la posibilidad de responder con Él, de la manera más digna de Dios, la del amor, la de la ofrenda de sí por amor en esta historia humana de desamor”[2].



[1]Creí... [186], citando el diario de Santa Verónica Juliani.

[2]José Vidal Talens, Encarnación y cruz. El mayor amor y la mejor esperanza, Facultad de Teología “San Vicente Ferrer” de Valencia (Series Diálogo XI), Valencia 2003, 55.


[1]Francisco Pp., Meditación cotidiana 11 mayo 2013. (Traducción mia).

[2] Escritos entre el 20 y el 24 de febrero de 1923. Ver Pedro Poveda, Obras I: Creí, por esto hable, edición crítica y estudio a cargo de María Dolores Gómez Molleda, Madrid 2005,  [186]-[192]. (Los números entre corchetes indican el número del escrito en la edición crítica señalada. A partir de ahora Creí...).

[3] El término que el AT utiliza para indicar la misericordia deriva de la palabra rehem que significa el útero materno.

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