cae sobre la tierra seca y necesitada
para hacerla fértil y fecunda.
Así, derramas tu Espíritu
sobre nuestras sedientas almas,
que, a veces, se pierden
en los desiertos de las dudas.
Ven, Señor
mío, y llueve…,
que el río de tu bondad me inunde,
que mi manantial se nutra de tu Amor,
que se alegre el arroyo de mi vida.
Ven, Señor
mío, y llueve…,
que mis raíces busquen el agua
y mis ramas crezcan frondosas
para dar cobijo y sombra generosa
a quienes bajo ella se resguarden.
Ven, Señor
mío, y llueve…,
que soplen los vientos
y descarguen la nubes arreboladas
para que se renueve mi esperanza.
Ven, Señor
mío, y llueve...,
convierte mi canto
en palabra enamorada,
que mis humildes versos
sean gota, lluvia, río, fuente,
agradecimiento, alabanza.
Aquí estoy,
esperando tu venida, tu lluvia fresca en la mañana...
Mercedes Maroto
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