La conferencia de J.A. Estrada fue como todas las suyas de una claridad y precisión impresionante. El público se lo agradeció.
¿Qué vino a decir? pues sencillamente lo que tantas veces no queremos ver desde la Iglesia: que ésta no puede dar la espalda a la sociedad en la que está inserta. Que hay que someterse a la duda, que hoy no hay respuestas basadas solamente en el principio de autoridad y que como todos nuestros contemporáneos y con ellos tenemos que buscar respuestas que en muchos campos tendrán que ser provisionales: en bioética, respuestas a la familia: monoparental o divorciados, los jóvenes etc.
Los retos de la Iglesia son hoy:
la globalización, con el pluralismo cultural y religioso que ello conlleva y que la Iglesia lo tiene que asumir.
La sociedad rica, de abundancia en la que vivimos, el dinero y el placer que se nos mete por todos los medios.
y la modernidad, una sociedad laica a la que parece dar la espalda en muchas ocasiones.
Ante tales retos aparecen dos actitudes bien definidas en la Iglesia:
1 un catolicismo fuerte entorno a la jerarquía.
2 la comunidad de creyentes presente en foros sociales, fuera del paragüas eclesiástico. Y que muestran elementos críticos que no son siempre falsos. Pero la Iglesia empieza a recelar de esos cristianos insertos en la sociedad, y se pierden conexiones... y todos salimos perdiendo.
Se da como sabemos, la crisis global de valores porque no hay consenso en la sociedad religiosa ni en la laica sobre lo que está bien o está mal y se produce desconcierto y desorientación.
Ante la situación de cambio: estar alerta y cuidado con la negatividad ante los cambios
¿qué hacer ante todo eso? refugiarnos en las certezas (así vamos al fracaso) o entrar en diálogo intentando la apertura... los mayores pueden dar testimonio, compañía, orientación.
Está el reto de la educación, el de la familia.
El ser humano no tiene un proyecto detarminado sino que tiene que ir cristalizando en cada uno. ¿Es Dios el horizonte vital de nuestra vida? Tendremos que sentir que somos extranjeros en nuestra sociedad, porque esta sociedad no busca a Dios, sólo busca el placer y el consumo.
Los inmigrantes viven esto de modo especial que agrava su inculturación. Y nosotros lo experimentamos en nuestra carne porque nuestro modelo de sociedad no es cristiano, porque servimos a dos señores o más bien a un señor: el dinero
Y esa actitud de verdad cristiana no podemos vivirla solos, sino en grupos porque la sociedad nos va distanciando de Dios.
¿Con qué personas explicitamos nuestra fe cristiana? ¿Qué espacios de silencio nos damos para encontrarnos con Dios? ¿Cómo hablamos de nuestra experiencia de Dios?
No puedo transcribir todo. Sólo algunas ideas que quien lo desee puede ampliarlas en su libro
"El cristianismo en una sociedad laica" ed. Desclée 2006. Lo tenemos en nuestra biblioteca, abierta todos los miércoles.
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