Jesús dice a Marta:
“Yo soy la Resurrección y la vida . El
que cree en mí,
aunque muera vivirá”
La resurrección, como la verdad, no es una idea. Sino una
persona viviente: Jesús el Cristo.
Su resurrección no se parece a la de Lázaro
que vuelve a la vida mortal para morir de nuevo.
En la noche de Pascua, Jesús,
saldrá victorioso del sepulcro para en
reencontrar la gloria que era suya desde
antes de la fundación del mundo.
Por el bautismo, el cristiano está ya
resucitado.
La resurrección no es para mañana. Desde ahora, el fiel goza de la
energía de la resurrección de Jesús pues allí donde está Jesús allí se
encuentra también su poder de vida.
Nuestra fe en la resurrección suscita un
estilo de vida. Es por ello por lo que podemos darnos sin miedo al servicio de
nuestros hermanos.
Nosotros creemos que no es la muerte la que tiene la última
palabra sino Cristo.
Toda la mística cristiana se encuentra en el misterio de
la Pascua. Para recibirlo todo hay que dejarlo todo, renunciar a todo. San Juan
de la cruz hablaba “de todo y de nada”. Sólo el que acepta de vaciarse de sí
mismo será colmado de la vida de Dios. A veces nos sucede el experimentar eso.
Cuando pensamos que todo está perdido, después de haber trabajado mucho en un
proyecto que nos parecía bueno y que nos disponemos a tirar la toalla, he aquí
que Dios actúa en nuestra nada, para recordarnos que el dueño de la creación,
“la resurrección y la vida” es Él y no nosotros.
Es entonces cuando entrevemos
el poder de la resurrección en nuestros pasajes humanos de la muerte a la Vida.
Señor Jesús, creo en ti pero aumenta mi fe.
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