LIBRO DE LA VIDA
Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre
En su vida se instala el definitivamente el amor cuando descubre el único lugar del verdadero encuentro con Dios. Es el capítulo 22, un canto a la Humanidad de Cristo, y su lamento por el tiempo que estuvo sin tan gran bien, por un engaño en que estuvo un tiempo. Así lo titula ella: …”Cómo ha de ser el medio para la más subida contemplación la Humanidad de Cristo. Es muy provechoso este capítulo”
“Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo… Y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi pensamiento ni una hora que Vos me habíais de impedir para mayor bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos? No quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho, que cierto era ignorancia; y así quisisteis Vos, por vuestra bondad, remediarla con darme quien me sacase de este yerro, y después con que os viese yo tantas veces, como adelante diré, para que más claro entendiese cuán grande era, y que lo dijese a muchas personas que lo he dicho, y para que lo pusiese ahora aquí”. V 22,4
“Así que vuestra merced, señor, no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de contemplación; por aquí va seguro. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Mirando su vida, es el mejor dechado. ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino…” V 22,7
“…Mas que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre -y pluguiese al Señor fuese siempre- esta sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano…” V 22,9
“…Nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra -y tan en la tierra como yo estaba- es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario. Ya que algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de Dios que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se pueda. Para esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotros, que, para más sufrir, El nos dará mejor la mano que nuestra diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene…” V 22,10
“Pues quiero concluir con esto: que siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y aunque sea muy a los principios y nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar; porque si una vez nos hace el Señor esta merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo. Dénosle Su Majestad -pues sabe lo mucho que nos conviene- por el que El nos tuvo y por su glorioso Hijo, a quien tan a su costa nos le mostró, amén”. V 22,14
La Humanidad de Cristo es la piedra angular, la clave de su espiritualidad. Hasta las últimas moradas, siempre volverá a Jesús en su Humanidad. No puede prescindir de tan gran bien en la cumbre de su edificio espiritual, aún cuando le aconsejan otros vuelos mas ‘subidos’. Ella no pierde ni perderá nunca su camino. Está tan segura que afirma en las 6 Moradas:
“Y mirad que oso decir que no creáis a quien os dijere otra cosa” (6M 7,5)
Teresa vive la experiencia de una vida nueva en Cristo Jesús. Puede, como San Pablo decir: “para mi vivir es Cristo”, porque hay un antes y un después:
“Es otro libro nuevo de aquí en adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aquí era mía; la que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de oración, es que vivía Dios en mí” V 23,1
Rastreando las páginas de su vida encontramos el evangelio, la buena-noticia: Cristo vivo presente en ella. Cristo LIBRO VIVO frente a todos los impedimentos de su tiempo. Cristo-Jesús, el Señor, Dueño para siempre de su vida y de su alma.
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