TE SENTIRÁS DEFRAUDADO SI CONFÍAS EN LO
EXTERNO
Mt 11, 2-11
Después de haber
hablado de la vida pública de Jesús durante ocho capítulos, el evangelio de Mt
vuelve a hablar de Juan de una manera sorprendente. Mt ya nos ha dicho quién es
Jesús, pero Juan desde la cárcel no las tiene todas consigo. La pregunta de los
enviados es muy concreta, pero él responde a dos cuestiones muy distintas. De
sí mismo responde de manera indirecta con lo que dice Isaías del Mesías. De
Juan responde por su cuenta y riesgo, de una manera también sorprendente. El
relato que nos propone el evangelio de hoy es desconcertante. El Precursor
dudando que el anunciado sea auténtico.
¡Cómo que Juan no
sabía quién era Jesús! ¿No había dicho que no era digno de llevarle las
sandalias? ¿No había dicho que su bautismo era solo de agua, que él bautizaría
con Espíritu Santo? ¿No había dicho que él era el que tenía que ser bautizado
por Jesús? ¿No había visto al Espíritu bajar sobre él? ¿No había oído la voz
del cielo: Este es mi Hijo amado? ¿A qué viene ahora la pregunta ingenua de, si
es o no es, el que ha de venir? Podría reflejar la duda por no responder a las
expectativas que había sobre el mesías.
Una vez más recordamos
que los evangelios no son crónicas de sucesos. Aunque algunas veces puedan
hacer referencia a hechos que sucedieron, la intención al relatarlos es aclarar
problemas teológicos. El tema que se propone hoy fue muy difícil de resolver
para los primeros cristianos, que eran judíos. Su mensaje y su manera de
comportarse, nada tenía que ver con lo que los judíos de su tiempo esperaban
del Mesías. No se trata de hablar de Juan, cuanto de intentar que todos se den
cuenta del significado de Jesús.
Los evangelios nacen
en una cultura oriental, completamente distinta de la cultura grecorromana
donde se desplegó más tarde el cristianismo. En aquella cultura, la manera de
comunicar verdades era el relato. Contando una historia, se le dice al
interlocutor lo que se le quiere comunicar. Nada que ver con la cultura
grecorromana, que había desarrollado un lenguaje lógico, discursivo, racional,
que por medio de silogismos accedía y comunicaba la verdad. Sigue siendo una
catástrofe para la interpretación del evangelio que nos empeñemos en mirarlo
como lenguaje lógico.
Da verdadera pena oír
hablar de los relatos de la infancia de Lc y Mt como si fueran historia, cuyo
objetivo es comunicarnos lo que pasó. Y todo, sin hacer puñetero caso a los
exégetas que llevan más de dos siglos diciendo que esa no es la manera adecuada
de entenderlos. No sólo distorsionamos los textos, haciéndoles decir lo que no
dicen; sino que nos quedamos sin el verdadero y profundo mensaje, y esto es
mucho más grave. Podéis imaginar lo que yo siento cuando veo a una persona
salirse de la iglesia por oírme decir que esos relatos no son historia. No hay
manera de superar los prejuicios.
Contadle a Juan lo que estáis viendo. No les está diciendo que su misión es
curar a los inválidos. Lo que hace Jesús es recordar la manera de hablar de
Isaías, para que Juan asociara lo visto con los tiempos mesiánicos anunciados.
Ni todos los leprosos van a quedar limpios, ni todos los sordos van a oír, (en
realidad no llegan a una docena los milagros que nos cuentan los evangelios).
También nos dice Isaías que el lobo habitará con el cordero y la pantera se
tumbará con el cabrito, que el desierto y el yermo se regocijarán, que se
alegrarán el páramo y la estepa. Estas imágenes no tenemos más remedio que
entenderlas como símbolos. ¿Por qué esperamos que las otras no lo sean?
¿Por qué habla de
ciegos, sordos, cojos, inválidos, leprosos, y muchos otros colectivos que
siguen siendo objeto de marginación? El texto quiere decir que la llegada del
Reino tendrá consecuencias para todos, pero sobre todo para los más
desfavorecidos. Quiere decir que el que acoja el Reino, saldrá de la dinámica
de la opresión y entrará en la del servicio. Por cierto, entre los signos de la
presencia del Mesías no hay ni un solo signo religioso. Esto tenía que hacernos
pensar. Los cristianos nos olvidamos con frecuencia que, para Jesús, lo primero
es el hombre; incluso antes que el culto (Dios).
La buena noticia, que
se anuncia a los pobres, es que Dios es Abba para todos. La noticia de que la
salvación viene de Dios y ya se la ha concedido a todos. La noticia de que Dios
no va a pedirnos cuenta de nuestros pecados, sino que nos ha liberado ya de
todos ellos. La noticia de que no son los sabios y entendidos los que
descubrirán ese Dios sino los sencillos. La noticia de que no son los que
detentan el poder, sea civil o religioso, los que están más cerca de Dios, sino
los que lo sufren y padecen. La noticia de que no son lo “buenos” los que
encontrarán a Dios de cara, sino las prostitutas y los pecadores.
Ni Juan ni los
apóstoles estaban capacitados para entender a Jesús. Su figura no se ajusta al
Mesías que ellos esperaban. Jesús rompe todos los moldes, desbarata todas las
expectativas. Lo que aporta va en la dirección contraria de lo que esperaban.
No viene a imponer nada, sino a proponer una dinámica de servicio. Su actitud
de no-violencia, de no defenderse de los enemigos, de no destruir al
adversario, escandaliza a todos, incluido a Pedro. No sólo no viene a imponer
“justicia” sino que acepta la injusticia en su propia carne. De ahí la frase
final de Jesús: “y dichoso el que no se escandalice de mí”.
El Reino no lo hacen
presentes los ciegos o sordos o cojos curados, sino el que se preocupa de
ellos. Por no tener esto en cuenta, creemos que lo importante es librar al
pobre de sus carencias. El objetivo primero debe ser librarme yo de mi
inhumanidad. Incluso para un ciego, más importante que ver, es recuperar su
humanidad machacada por el que le desprecia. Que esa disponibilidad sea para
con un rico o para con un pobre, no tiene ninguna importancia; lo que importa
es la actitud. Tampoco importa que al necesitado se le dé un millón o sólo una
sonrisa; en ambos casos allí está Dios.
Esa advertencia sirve
también para nosotros. Seguimos escandalizándonos porque la salvación que Jesús
nos trajo no responde a la que nosotros seguimos esperando. Seguimos sin
enterarnos de que el amor que predica Jesús es absolutamente eficaz solo si se
hace vida, pero es inútil si se queda en teoría. El amor nunca se pondrá al
servicio de nuestro ego para alcanzar provecho personal. El amor va siempre en
dirección a los demás y se olvida de sí. Nos empujará siempre a desprendernos
de nuestro ego. El amor compasivo es nuestra verdadera naturaleza. El egoísmo
es nuestra destrucción.
La inmensa mayoría de
las miserias humanas no están a la vista. Todos estamos rodeados de carencias,
más importantes que las estrictamente vitales como pueden ser alimento y
vestido. La falta de alimento me puede matar biológicamente, pero la falta de
amor me mata como ser humano. Todos necesitamos ayuda de los demás en mil
aspectos, que ni siquiera queremos reconocer. Pero también yo puedo ayudar a
todos los seres humanos que encuentro en mi camino. Cada uno necesitará algo
distinto, pero puedo estar seguro de que todos esperan algo de mí. Entraré en
la dinámica del Adviento cuando haga presente el Reino, no defraudando al que
espera algo de mí.
Meditación
Todos nos sentimos de
una u otra manera defraudados.
La realidad no se presenta como nosotros la queremos.
Seguimos esperando que Dios arregle el mundo.
La preocupación inmediata por nuestro ser biológico
puede impedir el descubrimiento de nuestro ser más profundo
y arruinar nuestras posibilidades como seres humanos.
Fray Marcos
La realidad no se presenta como nosotros la queremos.
Seguimos esperando que Dios arregle el mundo.
La preocupación inmediata por nuestro ser biológico
puede impedir el descubrimiento de nuestro ser más profundo
y arruinar nuestras posibilidades como seres humanos.
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