Isabel de la Trinidad: ‘Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir
a mí’
Debido al
coronavirus (Covid 19), muchos cristianos nos vemos privados de los
sacramentos. ¿Cómo sobrellevar esta ausencia? Santa Isabel de la Trinidad,
Carmelita Descalza francesa (1880-1906), tiene una palabra que decirnos. De
entre todas las cartas en las que ella nos habla de cómo vivió la ausencia de
los sacramentos en su vida, hemos escogido esta, en la que Isabel todavía era
seglar (como indica en la carta, le faltaba poco más de un mes para entrar en
el Carmelo).
Para Isable,
la Eucaristía era fundamental. El día de su primera comunión marcó un antes y
un después en su vida. Pasaba horas adorando el Santísimo Sacramento expuesto
(seguramente, el derrame sinovial del que habla en la carta, se debió a ello).
Pero estaba acostumbrada a mirar su vida desde la perspectiva de la fe. Lo
mismo que toma su dolor de rodillas como un regalo de Dios, vive la ausencia de
los sacramentos como una ocasión para vivir la presencia interior de Dios en
nuestras vidas.
Sin más
preámbulos, pasamos a transcribir la carta de Isabel, con la esperanza de que
sirva para que muchos cristianos se animen a vivir esta presencia de Dios en
nuestros corazones durante el tiempo que dure el confinamiento en sus casas y
ya, para siempre.
Carta 62 Al canónigo Angles
[14 de junio de 1901] Viernes 14 de junio
[14 de junio de 1901] Viernes 14 de junio
Muy querido
señor:
Su amable
carta me ha causado mucha alegría y me ha hecho mucho bien. No puedo decir
cuántas veces la he leído. Ya sabe que el Señor me ha dado un corazón
agradecido y todo lo que hace por su Isabelita no se pierde.
Hace diez
días que tengo un derrame sinovial en una rodilla. ¡Figúrese lo contenta que
estaré! Pienso que es una atención de mi Amado que quiere hacer participar a su
prometida del dolor de sus divinas rodillas camino del Calvario. No puedo ir a la iglesia ni recibir la
sagrada Comunión, pero, ya ve, Dios no tiene necesidad del Sacramento para
venir a mí. Me parece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de
Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle,
pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en Él”. ¡Oh! Esta es mi vida. Es tan bueno, ¿verdad?, pensar que a excepción
de la visión beatífica nosotros le poseemos ya como los bienaventurados le
poseen en el cielo. Que podemos no abandonarlo, no dejarnos distraer de Él.
¡Oh!, pídale mucho que le deje apoderarse de mí, que me arrebate…
¿Le he dicho
mi nuevo nombre en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que
este nombre indica una vocación particular. ¿Verdad que es muy bonito? Amo
tanto este misterio de la Trinidad… Es un abismo en que me pierdo…
¡Poco más de
un mes!, querido Señor. Estos últimos momentos son una agonía. Pobre mamá.
¡Ah!, ruegue por ella. Yo lo dejo todo en manos del Señor. “Piensa en mí,
pensaré en ti”, dijo Él a Santa Catalina de Sena. ¡Es tan bueno abandonarse, sobre
todo cuando se conoce Aquel a quien uno se entrega! Adiós, querido señor. Le
envío mi fotografía; mientras la hacían pensaba en Él. Por tanto, ella le
llevará a Él. Al mirarla, ruéguele por mí. Tengo necesidad, se lo aseguro.
Isabel
¿Seré indiscreta si le pido que me
escriba pronto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario