martes, 31 de marzo de 2020

Vivir sin sacramentos


Isabel de la Trinidad: ‘Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí’

Publicado el 30/03/2020 por MJ
Debido al coronavirus (Covid 19), muchos cristianos nos vemos privados de los sacramentos. ¿Cómo sobrellevar esta ausencia? Santa Isabel de la Trinidad, Carmelita Descalza francesa (1880-1906), tiene una palabra que decirnos. De entre todas las cartas en las que ella nos habla de cómo vivió la ausencia de los sacramentos en su vida, hemos escogido esta, en la que Isabel todavía era seglar (como indica en la carta, le faltaba poco más de un mes para entrar en el Carmelo).
Para Isable, la Eucaristía era fundamental. El día de su primera comunión marcó un antes y un después en su vida. Pasaba horas adorando el Santísimo Sacramento expuesto (seguramente, el derrame sinovial del que habla en la carta, se debió a ello). Pero estaba acostumbrada a mirar su vida desde la perspectiva de la fe. Lo mismo que toma su dolor de rodillas como un regalo de Dios, vive la ausencia de los sacramentos como una ocasión para vivir la presencia interior de Dios en nuestras vidas.
Sin más preámbulos, pasamos a transcribir la carta de Isabel, con la esperanza de que sirva para que muchos cristianos se animen a vivir esta presencia de Dios en nuestros corazones durante el tiempo que dure el confinamiento en sus casas y ya, para siempre.
Carta 62 Al canónigo Angles
[14 de junio de 1901] Viernes 14 de junio
Muy querido señor:
Su amable carta me ha causado mucha alegría y me ha hecho mucho bien. No puedo decir cuántas veces la he leído. Ya sabe que el Señor me ha dado un corazón agradecido y todo lo que hace por su Isabelita no se pierde.
Hace diez días que tengo un derrame sinovial en una rodilla. ¡Figúrese lo contenta que estaré! Pienso que es una atención de mi Amado que quiere hacer participar a su prometida del dolor de sus divinas rodillas camino del  Calvario. No puedo ir a la iglesia ni recibir la sagrada Comunión, pero, ya ve, Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí. Me parece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en Él”. ¡Oh! Esta es mi vida. Es tan bueno, ¿verdad?, pensar que a excepción de la visión beatífica nosotros le poseemos ya como los bienaventurados le poseen en el cielo. Que podemos no abandonarlo, no dejarnos distraer de Él. ¡Oh!, pídale mucho que le deje apoderarse de mí, que me arrebate…
¿Le he dicho mi nuevo nombre en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que este nombre indica una vocación particular. ¿Verdad que es muy bonito? Amo tanto este misterio de la Trinidad… Es un abismo en que me pierdo…
¡Poco más de un mes!, querido Señor. Estos últimos momentos son una agonía. Pobre mamá. ¡Ah!, ruegue por ella. Yo lo dejo todo en manos del Señor. “Piensa en mí, pensaré en ti”, dijo Él a Santa Catalina de Sena. ¡Es tan bueno abandonarse, sobre todo cuando se conoce Aquel a quien uno se entrega! Adiós, querido señor. Le envío mi fotografía; mientras la hacían pensaba en Él. Por tanto, ella le llevará a Él. Al mirarla, ruéguele por mí. Tengo necesidad, se lo aseguro.
Isabel
¿Seré indiscreta si le pido que me escriba pronto?

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