Este verano, desde el día de San Antonio, 13 de Junio, hasta la Virgen del Carmen, 16 de Julio, he disfrutado de unas vacaciones únicas y muy diferentes. En ese tiempo estuve en una misión en Honduras, en Tegucigalpa. Dicha misión tiene un nombre, Fundación Acoes. Y su sede social aunque también con varias dependencias, está situada en un barrio con muchas necesidades, Monterrey.
Conocí a personas muy implicadas en esa misión y a través de una conversación con ellas, expresé mi deseo de ir. Poco después conocí al P. Patricio, artífice y fundador de la misión que vino a España, y el empujoncillo que necesitaba me lo dio él.
Siempre tuve la inquietud de vivir esa experiencia y la verdad es que estoy muy contenta y agradecida a la vida por haberme dado esa oportunidad. Viajé el 13 de Junio con otras personas de la misión que habían venido a pasar unos días con su familia. El viaje largo y sin sobresaltos, gracias a Dios.
Pero una vez que llegué allí, era un mundo diferente; una experiencia por un lado muy triste, pues por primera vez conocí de cerca la pobreza y sus consecuencias y, por otro, la adaptación a la situación que vive la mayoría del pueblo hondureño.
Fuimos a visitar un centro infantil “San Juan Bautista”, hasta llegar allí hay que pasar por un núcleo de chabolas “La Nora” y ver aquel panorama era muy desolador. Eran chabolas construidas con madera o chapa donde se vivía en la pobreza extrema, y que al no estar urbanizada, no sé si quizá no tuvieran luz ni agua. Para esa gente tan pobre estaba el centro infantil, donde esos niños van y además de aprender, comen dos veces al día. Lo de la comida es muy importante, porque hay mucha desnutrición en la infancia.
Esa es una de las situaciones diferentes que viví allí. Me reconfortó conocer de primera mano la labor que está haciendo la misión, siempre en los barrios más pobres y a favor de tanta gente necesitada en aquel país, que es de los más pobres de Latinoamérica.
El P. Patricio quiere ser un padre para esos chicos y chicas, que sin tener culpa de nada viven ese estilo de vida, careciendo de tantas oportunidades que aquí tenemos. Y para él, lo más importante es que a través de la enseñanza, puedan llegar a ser universitarios y esa será una manera importante, de ayudar al país, a través de la cultura y la educación.
Más que seguir relatando lo que vi, que fue mucho y que por supuesto me enriqueció y me hizo pensar, quiero describir lo que sentí viviendo aquella experiencia y constatando la labor tan maravillosa que se hace a través de la misión.
Mi sentimiento es de agradecimiento, me ha tocado vivir en un país donde todo es más fácil; mi sentimiento es de empatía y responsabilidad hacia aquellas personas que necesitan de nuestra ayuda y comprensión; mi sentimiento es de reconocimiento hacia los misioneros y misioneras que atienden a tantas personas necesitadas, de manera desinteresada, habiendo dejado familia y trabajos en España para dedicarse al seguimiento de Jesús; mi sentimiento es de sorpresa viendo la alegría que sienten esos misioneros que viven de manera austera y centrados sólo en hacerles la vida más fácil a todas las personas que ellos atienden en: escuelas, casas de estudiantes, centros infantiles, residencia de ancianos, centros de capacitación juvenil, centros de salud, centros de atención a personas discapacitadas…seguro que algo se me olvida porque la ayuda es grande.
No cabe duda que es una obra de Dios, se ve Su mano tocando el corazón de tantos españoles, ya que desde España se financia casi el 90% de las necesidades que se cubren, aunque nunca es suficiente.
Así que, agradecida y revitalizada por lo que viví y sentí, comparto este sentido relato.
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