sábado, 30 de marzo de 2024

Cuando Jesús pronuncia su nombre, María lo reconoce

María Magdalena busca a su Señor en el sepulcro, entre los muertos. ¿Qué podría ser más natural después de haber presenciado su crucifixión? ¿Acaso no había acompañado su cuerpo hasta el sepulcro? Nadie había presenciado su muerte mejor que ella. Lloró desconsoladamente, no sólo porque Jesús había muerto, sino también porque su cuerpo había sido robado. ¡Una doble injusticia!. 

Su tristeza es tan grande que no se sorprende al ver a dos ángeles... Ni siquiera reconoce a su Señor Resucitado…

Sólo cuando Jesús pronuncia su nombre, María lo reconoce.

“Jesús le dijo:¡ María!. Volviéndose ella, le dijo: ¡Rabuní!” (que quiere decir, maestro).

La voz es algo íntimo, algo muy personal, como nuestro nombre. El texto nos dice que María Magdalena se volvió al oír su voz. Al igual que las ovejas reconocen la voz del Buen Pastor, es escuchando su voz como entramos en la fe y reconocemos al Resucitado. Es la escucha de la Palabra la que nos permite creer y ver.

El que ella toma por su jardinero está fuera del sepulcro. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?", preguntan los ángeles a las mujeres en el Evangelio de Lucas (24,5). Con delicadeza, respeto y dulzura, Jesús se acerca a ella para consolarla. Se une a ella en su dolor y su llanto, como se une a nosotros en nuestro dolor. 

¡Estos son los efectos de la Resurrección!. Jesús, el Consolador, viene a transformar la tristeza en alegría, la desesperación en esperanza, la agitación en paz, ¡el repliegue sobre uno mismo en impulso hacia los demás!

¡Feliz Pascua de Resurrección!


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