DOS LUGARES DE LA
FE
a)
En
primer lugar, la fe resuena en el lugar
de los otros, aunque es también el suyo propio.
La
fe es un acto humano, configurador del ser humano en sí mismo, en su misma
estructura constitutiva. No se trata de una superestructura, de algo impuesto que venga a establecer una
fractura en nuestra humanidad. La fe, el creer (tomamos estas palabras sin
darles de inmediato una orientación o un contenido religiosos) es un
comportamiento plenamente humano. Nada hay más falso que pensar que
“creer” no es una dimensión del hombre
lo mismo que tantas otras, como conocer, amar, pensar, saber, jugar, etc.
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LA BOLSA, LUGAR DE "LOS OTROS"? |
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CUEVAS DE GUADIX, GRANADA. Su lugar propio? |
Confiar es
salir de nosotros mismos y ponernos en manos de otro porque es digno de fe; es admitir algo porque otro
me lo hace admisible, tan admisible como si yo me hubiera podido convencer a mí
mismo. En la fe existe un descentramiento de uno mismo, un “di-mitir” de uno
mismo para “re-mitir” a otro, “ad-mitir” aquello que yo recibo de él (y que
no tiene nada que ver un “so-meterse” a él). La fe es, por consiguiente un acto
perfectamente humano, que construye al hombre. Un hombre que no es capaz de
creer es un hombre destruido, deshecho en todos los sentidos de la palabra.
Creer es salir de sí para ser mejor uno mismo.
En esta línea
la fe religiosa no constituye pues por sí misma una alienación absoluta que
venga a estrangular al hombre, ni por detrás ni por encima, contra la lógica de
su ser. Sea cual fuere el contenido
de la fe religiosa, ésta se inscribe en el entramado de la constitución humana.
¿Será entonces
presuntuoso pensar y decir bien alto, que la fe religiosa viene a ofrecer al
hombre un despliegue último de sí mismo, una consumación constitutiva de su
ser, ofreciéndole una superación, abriéndole a algo que lo trasciende y lo
conduce hacia más arriba, o hacia algo más grande, que lo realiza más
plenamente?
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SE TRATA DE UN HOMBRE ENTRADO TOTALMENTE |
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TOMÓ PARTIDO POR EL HOMBRE Y ENTREGADO A DIOS. Nada nos resulta tan difícil que entregarnos por completo a dos realidades diferentes |
Pero
hemos de preguntarnos si la validez de ese contenido no está ya como probada,
en todo caso anunciada por el hecho de que uno de los testigos de ese contenido
es un hombre eminentemente digno de fe, Jesús de Nazaret. Mi razón
fundamental para creer no la encuentro
en los razonamientos, por mucho apoyo que proporcionen sino en el Señor. He
aquí, en efecto, un hombre humanamente digno de fe.
Lo
que le hace más digno de fe es que se trata de un hombre entregado totalmente a
los otros plenamente fraternal, abrazando de la manera más completa del mundo
la causa y las causas del hombre.
Tomó
partido por el hombre hasta el punto de morir por él; luchó, plenamente humano
y fraternal, por el hombre de su tiempo. Y este hombre, entregado a los
hombres, es así mismo y sin oposición o sacrificio del uno al otro, un hombre
entrado a Dios, plenamente filial. Plenamente fraterno y plenamente religioso.
Esto es lo que resulta todavía más sorprendente. Porque nada nos resulta más
difícil que entregarnos a la vez y por completo a dos realidades
diferentes. p. 22-28
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