Francisco: "El Señor con pocas cosas nuestras hace milagros"
Ser cristiano cada día
significa ser "para ayudarnos en las horas de oscuridad"
De noche cuando vamos para casa, no decimos: "Qué buena la luz",
no. Ignoramos la luz, pero vivimos con aquella luz que ilumina. Ésta es una
dimensión que hace que nosotros cristianos seamos anónimos en la vida
(C. Doody/Vatican News).- "Parece poca cosa" pero el
Señor "con pocas cosas nuestras hace milagros, hace
maravillas". Lo ha subrayado el Papa Francisco en su Misa en la Casa
Santa Marta, en la que asimismo ha aprovechado para animar a tener una actitud
de "humilidad" que consiste en buscar solamente ser sal y luz
para los demás, sin vanagloriarse de los propios méritos.
El Papa ha afirmado que el testimonio más grande del cristiano es dar
la vida como lo hizo Jesús, es decir, el martirio, pero hay también otro
testimonio. Aquel de todos los días, que inicia por la mañana, cuando nos
despertamos, y termina por la noche, cuando nos vamos a dormir.
Sal para los otros, luz para los otros, porque la sal no se sazona a sí
misma, siempre al servicio. La luz no se ilumina a sí misma, siempre al
servicio. Sal para los otros, pequeña sal que ayuda en las comidas, pero
pequeña. ¿En el supermercado la sal se vende por toneladas? No... En pequeñas
bolsitas, es suficiente. Y después, la sal no se vanagloria de sí misma, porque
no se sirve a sí misma. Siempre está allí para ayudar a los demás: ayudar a
conservar las cosas, a condimentar las cosas. Siempre testimonio.
Ningún mérito
Ser cristiano de cada día significa - reitera el Papa - ser como la luz
que "es para la gente, es para ayudarnos en las horas de
oscuridad":
El Señor nos dice así: "Tú eres sal, tu eres luz" - "Ah, es
verdad, Señor, es así. Atraeré a tanta gente y haré". "No, así harás
que los demás vean y glorifiquen al Padre. Ni siquiera te será reconocido algún
mérito. Nosotros cuando comemos no decimos: "¡Ah, qué rica la sal!"
¡No!: "Rica la pasta, rica la carne, rica..." No decimos: "Qué
rica la sal". De noche cuando vamos para casa, no decimos: "Qué buena
la luz", no. Ignoramos la luz, pero vivimos con aquella luz que ilumina.
Ésta es una dimensión que hace que nosotros cristianos seamos anónimos en la
vida.
La santidad de todos los días
"No somos protagonistas de nuestros méritos", subraya nuevamente
el Papa al concluir. Por lo tanto, no se debe hacer como el fariseo que
agradece al Señor pensando que es santo:
Y una linda oración para todos nosotros, al final del día, sería
preguntarse:
"¿He sido sal hoy?" "¿He sido luz hoy?" Ésta es la
santidad de todos los días. Que el Señor nos ayude a entender esto.
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