Cada año, durante los días 18 al 25 de enero, se celebra el
Octavario de Plegaria por la Unión de las Iglesias Cristianas que se
disgregaron desde hace siglos; unas desde más atrás, otras más tarde. En
todos los casos fue una cuestión dogmática, acompañada también de una actitud
disciplinar casi siempre, la que motivó el enfrentamiento y, a la postre, la
ruptura. Las acusaciones, fundamentadas en puntos de vista diferentes según
cada una de las partes, tenían siempre su punto de arranque en uno u otro
texto del Evangelio. Concretamente, Roma siempre puso el “Tú eres Pedro y sobre
esta piedra…” (Mt 16, 13-20), apoyada además por el deseo de Jesús a los
suyos “Que todos sean uno…” (Ju 17,21), en el discurso de despedida, según el
evangelista Juan. Aunque, a decir verdad, en el caso del protestantismo fue
la corrupción de la propia Iglesia católica, la que impulsó a Lutero a dar el
golpe definitivo de ruptura. Sin llegar a este extremo, cabe recordar que, ya
desde los primeros tiempos de la Iglesia, las grandes disputas que surgían
estaban motivadas casi de manera constante por cuestiones de dogma. Cabe
decir que los concilios se encargaron de evitar la división o la ruptura, aún
peor, en momentos en que el crecimiento y la expansión de la Iglesia era uno
de los objetivos primeros, aprovechando el apoyo y favor de emperadores y
mandatarios. Todo ello fue provocando que los aspectos de compromiso fueran
quedando poco a poco más al margen; oscurecidos por las “verdades de fe” que
iban surgiendo de los concilios. En medio de una sociedad secularizada, para la que la religión en
general, y las iglesias cristianas en particular, no cuenta prácticamente
nada, van surgiendo y avanzando grupos de personas cristianas, comunidades
populares y de base, etc., que van dejando cada vez más el dogma de lado para
abrazar el compromiso como opción preferencial. Muchos de ellos son
comunidades y grupos nuevos, aunque también otros vienen ya de épocas
anteriores, concretamente de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto
XVI, en que el restauracionismo se impuso de manera general; en la mayoría de
los casos con imposiciones férreas de silencio y prohibición de enseñar.
Pero, paradojas de la vida, aquellos teólogos otrora denostados son los que
en estos momentos abren camino y sirven de fundamento a todos estos grupos de
vanguardia que dejan totalmente de lado un dogma trasnochado y tedioso, junto
a un tipo de moral esclavizante, para hacer de la ética del Evangelio su
mejor signo de pertenencia. Solamente una cosa al hilo de lo referido hace un momento: sería
interesante puntualizar que le religión y las iglesias cristianas no cuentan
ya para la sociedad de nuestro tiempo no por una cuestión de animadversión
sin más; sino porque las creencias, las ideas, los dogmas de aquellas y
también muchos de los principios de su moral no dan respuesta o la dan de manera
bastante desenfocada a las preguntas y cuestiones más acuciantes de la
mayoría de hombres y mujeres que forman esta sociedad de nuestro
tiempo. Por tanto, ya no es la dogmática, la liturgia, la rúbrica, etc., lo que
interesa a todos aquellos grupos y personas que van descubriendo día a día
que Jesús, su palabra y su testimonio, nada tienen que ver con todo eso, y
sí, en cambio y mucho, con la vida de las gentes, de todas, pero de manera
especial de quienes más sufren las consecuencias de las tragedias y del mal
de los hombres. Porque ya no es la fe en Jesús lo que les mueve y les impulsa
a actuar, sino el seguimiento tras Él, contribuyendo desde y con su
compromiso a hacer cada día un poco más efectivo su Reino, en el que todas y
todos tengan cabida, siendo los más pobres quienes al final acudirán al
sentirse de verdad invitados (Mt 22,2-14). Pues, tal y como escribe un teólogo de nuestros días, la pertenencia de
la persona al grupo de los llamados por Jesús no viene dada por la fe que
profesa en Él, sino por su opción de cara a seguirlo. El “Ven y sígueme” que de manera más que constante sale en los Evangelios. Y, por tanto,
no serán precisamente los dogmas cristológicos, ni otros tampoco por
supuesto, los que marcarán la ortodoxia o la heterodoxia del creyente, sino
su opción por los hambrientos, sedientos, presos, desnudos, enfermos, etc.,
(Mt 25,31-46). Porque, al final, es la ética y el comportamiento, lo único
que de verdad vale la pena de cara a unir a hombres y mujeres, por encima
precisamente de creencias, entre otros, que, a la postre, suelen ser las que
más inciden a la hora de crear secta y división. ¿Qué mejor propósito de cara a unir esfuerzos que el que tienen por
objetivo el bien de las personas, especialmente de las que se encuentran más
necesitadas? Y, ¿qué mayor desgracia que el enfrentamiento entre personas,
grupos y comunidades carentes de entrega y de
compromiso? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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sábado, 30 de enero de 2021
La ética ha desplazado al dogma: 18/25 enero
ECLESALIA, 25/01/21
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