Una crisis más: "Sin demócratas no hay democracia"
Faus:
"Necesitamos una 'educación para la democracia', fruto de un acuerdo entre
los partidos, como terapia para una sanación de nuestra democracia herida.
La democracia no es un mimo ni un mito: es una misión.
El movimiento 5 estrellas en Italia y el 15m en España fueron síntomas serios a los que ni se les hizo “biopsia” ni han sabido gestionarlos bien sus valedores.
Necesitamos una "educación para la democracia" (...) sin democracia
económica no puede haber buena democracia política.
Nuestro progreso ha conseguido que los ascensores tengan memoria; pero no que la tengan las personas...
31.01.2021 José I. González Faus
Además de una crisis sanitaria y otra económica, la pandemia ha acabado
trayéndonos una crisis política y de convivencia: una seria crisis de la democracia.
Nos habíamos acostumbrado a justificarla diciendo que, aunque el sistema
democrático es malo, es "el menos malo de todos". Así tranquilizábamos nuestra conciencia y nos quedábamos en paz, olvidando la
gran capacidad de degeneración que tiene todo lo humano, y más cuando no es del
todo bueno.
De gentes conocidas he escuchado estos días dos reacciones opuestas que
servirán de punto de partida para estas reflexiones, porque pese a su
oposición, coinciden en ser, cada una por un lado, amenazas a la democracia:
Unos por irresponsables.-
Hay quienes, contaminados por el terrible individualismo de nuestra
Modernidad, confunden los derechos humanos con deseos propios y protestan
violentamente contra toda medida confinatoria, como ataque a sus derechos más
elementales. Se sienten como niños mimados, con derecho a desobedecer. Y esto
no solo en países “bárbaros” como España, sino en países “civilizados” como
Holanda. No se han enterado aún de que los derechos humanos
son, sobre todo, derechos de los otros que yo debo respetar y que el
fundamento de los derechos humanos son precisamente nuestros deberes. Como ya
recordó Simone Weil, sin deberes no hay derechos sino solo egoísmos.
La fragilidad de la democracia y el asalto al Capitolio
Otros por insensatos.-
Estos echan de menos una autoridad firme y dura, invocando el ejemplo de
Taiwán o China que están superando la pandemia mucho mejor que nosotros. He
llegado a oír, de gentes que nunca hubiera esperado, que “con Franco ya no
tendríamos pandemia”. Lo cual puede sugerir insensiblemente que “en el fondo
Franco no era tan malo”.
Honestamente, debo reconocer mi extrañeza ante la actitud del gobierno en
este último mes (después de aquel discurso prometedor de Pedro Sánchez en
navidad), mientras la tercera ola se descontrolaba y las comunidades autónomas
reclamaban medidas muy razonables que el gobierno se negaba a autorizar.
Comunidades autónomas (recordémoslo) que primero criticaron al gobierno
reclamando más libertad, y ahora reclaman más autoridad.
¿A qué fue debido ese cambio de actitud comparado con
la actuación del gobierno hace ahora un año? Llegué a preguntarme si el gobierno de
Sánchez no estaría siendo rehén de algunos poderes fácticos económicos que
habrían amenazado con cargárselo (y poder para ello lo tienen) si no cambiaba
sus políticas de marzo del 2020. No lo sé. Pero ahí están aquellas extrañas palabras
del señor F. Simón (tan sensato antes) explicando que, como en navidades la
gente va a hacer lo que les dé la gana, pues mejor no prohibir nada.
El abrazo que selló el preacuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
Vale. Pero de ahí a decir que con el dictador no habría pandemia, hay años
de luz.
Ni mimo ni mito: misión.-
Estas dos actitudes he podido además percibirlas con cierto parecido
a aquellos tonos de Tejero, de que: “esto lo arreglaba yo enseguida”. Quisiera
añadir que, en el fondo y aunque no lo parezca, son dos actitudes que brotan
del miedo: sea el miedo a contagios etc. o el miedo a perder unos modos de vida
que me tienen drogado. Y lo claro es que el miedo es el peor enemigo del
hombre.
La democracia no es un mimo (contra los
primeros) pero tampoco es un mito (contra los segundos). Es simplemente
una misión.
Dicho esto, hay que recordar que la crisis actual ya había avisado desde
antes de la pandemia. Dejando a Trump, el movimiento 5
estrellas en Italia y el 15m en España fueron síntomas serios a los que ni se
les hizo “biopsia” ni han sabido gestionarlos bien sus mismos valedores, que han acabado
matando las ilusiones que habían recogido. Ojalá que en Podemos fueran capaces
de abrir una reflexión seria y desinteresada, preguntándose cómo han podido
evaporar todas las esperanzas que recogieron, en lugar de echar la culpa solo a
los medios de comunicación (que, sin duda, tuvieron su parte en eso). Las
últimas declaraciones de Pablo Iglesias pueden haber sido inoportunas y
simplistas, pero han conseguido lo que quería la cadena que lo
entrevistó: “armar jaleo”. Me recordaron a
una antigua muchacha que llevaba un programa de diálogo en una televisión
(añadiré como Cervantes: de cuyo nombre no quiero acordarme), que fue despedida
y que (según me contó), el director le había dicho: “es que tú no haces que los
contertulios se peleen entre ellos”. Muy verosímil: porque a más peleas más
audiencia y, si aumenta la audiencia, puede subir también el precio de los
anuncios…
Confiar es un ejercicio que hay que practicar sin descanso
Deberíamos haber aprendido que democracia no es
simplemente “Jauja” sino algo muy difícil: que se justifica por su mayor
dignidad ética, no por mayor comodidad. “La democracia sin justicia carece
de fundamento” ha escrito Reyes Mate. “No estamos preparados para la
democracia” decía el viejo dictador y nosotros nos hemos encargado de darle la
razón. Aunque su gran pecado fue utilizar esa frase no como un imperativo para
intentar prepararnos, sino como una excusa para no marcharse él.
Llegamos así a nuestra transición creyendo que cuando tuviéramos democracia
todo saldría a mi gusto: olvidando que también en democracia hay una autoridad
(un kratos), pero que no es individual sino
comunitaria y a la que se puede criticar sin que por eso me multen o me metan
en la cárcel. Y nos hemos encontrado con que nuestros políticos demócratas usan impúdicamente las grandes palabras
éticas para enmascarar sus propios intereses, personales o partidistas. ¿Quién podrá creer
en un sistema así? A quienes dijeron “el estado soy yo” (Luis XIV) o “la
tradición soy yo” (Pío IX) se añaden hoy quienes dicen: “el pueblo soy yo”. Y
por tanto democracia será gobernar yo y aniquilar a mis adversarios. Ya
vamos conociendo algunos de esos.
Y “milagro”.-
Si las cosas son así, es inevitable recordar aquella “educación para la
ciudadanía” que Zapatero quiso implantar y fue denostada por el PP que veía en
ella una posible pérdida de votos. Si el proyecto de Zapatero pudo ser sectario
(cosa que nunca tuvimos ocasión de comprobar) debería servir al menos para
comprender que necesitamos una “educación para la democracia” fruto de un
acuerdo entre todos los partidos (o la gran mayoría de ellos), como primera terapia
para una sanación de nuestra democracia herida.
Ningún sistema (tampoco la democracia) hace mecánicamente buenos a los
ciudadanos, aunque algo pueda ayudar. Porque los demócratas no nacen: se hacen. Y no se hacen solo con ceremonias,
como la toma de posesión de J. Biden, por solemnes que estas puedan ser. Solo
la educación buena y universal, puede sacar lo mejor de cada uno. Y solo desde
ahí podríamos ir construyendo sistemas mejores que nos fueran ayudando a
mejorar poco a poco.
“Qué difícil es que un rico sea demócrata” (Cf Mt
19,23). Pero la educación no es el único problema de nuestras democracias. Hay que
terminar repitiendo una vez más que sin democracia económica no puede haber
buena democracia política: porque las instancias políticas tienen solo “el
gobierno”; pero “el poder” lo tienen las económicas. El principio aquel:
“vicios privados virtudes públicas”, establecido por los teóricos de nuestra
economía es un verdadero cáncer para toda democracia. Habrá que recordar una
vez más la vieja advertencia de Bertrand Russell: “las democracias políticas que no democratizan su sistema económico son
intrínsecamente inestables”. Esa advertencia tiene más de 70 años. Más tarde,
Hayek la corroboró sin querer, hablando de la necesidad del “sometimiento total
y absoluto a las exigencias de la disciplina del mercado". Y hoy estamos
viviendo el escándalo de las vacunas, que me ha evocado un viejo Cuaderno de
“Cristianismo y Justicia” (obra de Teresa Forcades) titulado: “Los crímenes de
las grandes compañías farmacéuticas”.
Así estamos: nuestro progreso es tan asombroso que ¡ha logrado que los
ascensores tengan memoria! Lástima que no consigamos que la tengan también los
hombres... O con otras palabras: hay una película semiporno de Stanley Kubrick
que no tiene nada que ver con esto pero de la que quisiera recuperar ahora el
título: “Eyes wide shut” (Ojosprofundamente cerrados). Luego siempre hay quien
dice aquello de “se veía venir”… Pero, por lo
visto, es que no queríamos verlo.
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