Ríos de noticias y un sinfín de palabras
recorren estos días las redes y televisiones sobre el Papa Francisco; los
mandatarios y la gente del pueblo le expresan, a título póstumo, su
reconocimiento y gratitud y esto, sin duda, es lo que se espera ante el
fallecimiento de un Papa tan particular y significativo como lo ha sido
Francisco.
También nos llegan infinidad de reflexiones y frases del Santo Padre,
llenas de amor y comprensión, pero también de advertencia y fuerza. Me
conmueven, por ejemplo, estas palabras suyas referidas a la misericordia y el
amor de Dios que dicen: “La
misericordia de Dios da alegría, una alegría especial, la alegría de sentirse
perdonados gratuitamente" o "Dios perdona no con un decreto,
sino con una caricia" Caricia y alegría que, sin duda, él acogió
profundamente cada vez que recibía el perdón del Señor, porque Francisco, ante
todo, fue un hombre humilde que supo postrarse ante la inmensidad de un Dios
misericordioso. Qué sabias y sinceras sus palabras; solo quien se ha sentido
acariciado alguna vez por el amor de Dios, es capaz de transmitirlo con tanta
fe y con tanto agradecimiento.
Por su parte, él fue igualmente misericordioso,
valiente y grande al proclamar en voz alta al mundo la obligación de los
gobernantes y de los creyentes y no creyentes de llevar esa compasión hacia los
débiles, los pobres, los enfermos, los que padecen las guerras, el hambre y el
desprecio, el sufrimiento…En palabras suyas recientes: "¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los
numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo!"
"Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las
mujeres o los niños." “¡Cuánto
desprecio a los débiles, marginados y migrantes!”: Uno de sus deseos más fervientes, expresado en su Carta con
motivo del comienzo del año jubileo dice: “La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su
apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea
inclusiva y no ideológica”.
Le pido a Dios que abrace eternamente su
alma y que su misión no acabe con su papado, que sus palabras tengan un eco
prolongado y fuerte para que llegue a los corazones de todos, con tal viveza,
que sus deseos de misericordia y paz sean una realidad en el mundo. Mi gratitud
para este Papa que, a pesar de su fragilidad física notoria en los últimos
tiempos, nos seguía animando a soñar y a hacer realidad nuestros sueños, a
llorar y a ser compasivos con los más necesitados y a creer en el amor de Dios
que “no se deja vencer por nada”.
©Mercedes Maroto