El pueblo
estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el
Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él
también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea:
«Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba, diciendo: «¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro le increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?
Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio,
éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el
paraíso.» Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la
región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se
rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró.
La cuaresma
empezaba con estas palabras: “Si eres el Hijo de Dios, convierte estas piedras
en panes”. Y la cuaresma termina con estas palabras: “Si eres el Hijo de Dios,
sálvate a ti mismo, bájate de la cruz”.
¿Cuál es la tentación fundamental de cualquier
creyente? ¿cuál es la tentación fundamental de ti o de mí? Rentabilizar la
religión. Eso es lo que pretendemos permanentemente: sacarle rendimiento a la
religión. O si queréis, sacarle utilidad al mismo Dios. Sin embargo, las
piedras han permanecido piedras, y la cruz ha permanecido cruz. ¿Qué quiere
decir esto? ¿qué conclusión podemos sacar? Que la religión no sirve para nada,
que creer en Dios no sirve para nada.
No creemos
en Dios porque nos vaya a hacer más fácil la vida. No creemos en Dios porque la
religión sea rentable. No creemos en Dios como un refugio de los débiles, que
no son capaces de encarar la realidad tal como es. ¿Y cómo es la realidad? Las
piedras permanecieron piedras, y la cruz ha permanecido cruz. Entonces, ¿por
qué creemos en Dios, si Dios no es rentable, si la religión no es útil, si no
podemos sacarle provecho, por qué creemos en Dios? Responde a esto, esa novela tan
conocida de “El principito”, en una de sus frases más bellas: “cuando el
misterio es tan impresionante, uno no puede dejar de abandonarse a él”. Ésta
debería ser la razón profunda de nuestra elección de fe. Ésta debería de ser la
razón que explicara por qué somos religiosos y no ateos. No somos religiosos
porque saquemos provecho a Dios, somos religiosos porque cuando el Misterio es
tan impresionante, es imposible no obedecerlo, es imposible no abandonarse a
Él.
El Misterio,
en este día de domingo de ramos, es impresionante, es imponente, es el misterio
de la cruz. Se trata de un misterio que es absolutamente sobrio y, sin embargo,
tiene una fuerza de atracción para todos nosotros, a la cual no nos podemos
sustraer.
Pedimos al
Señor que toque nuestro corazón, al comienzo de esta Semana Santa, y suplicamos
al Señor que dejemos, de una vez por todas, de utilizarlo en provecho propio.
Imploremos al Señor que nos libre de la tentación de pretender sacarle utilidad
al mismo Dios. Queremos permanentemente que las piedras de nuestra vida se
conviertan en panes, que las cruces de nuestra historia dejen de ser cruces.
Vamos a respetar su oscuridad. Vamos a dejar de sacar provecho a la religión. En
definitiva, vamos a dejar impactarnos por ese misterio tan impresionante del
Dios que ha querido compartir una historia humana como la tuya, como la mía.
Homilía de Serafín Béjar
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