"La atracción que ejerce el budismo radica en el
'despertar' a la dimensión esencial"
Ana Mª Schlüter: "El Papa Francisco acogió con aprecio mi libro sobre
zen y fe cristiana"
"Quisiera ampliar la mirada sobre el
documento de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe situándolo en el
horizonte del momento por el que pasa la humanidad"
"Para el tema del zen y del zen
entre cristianos son especialmente importantes dos documentos: Nostra Aetate y
Ad Gentes"
El director de Religión Digital ha tenido la amabilidad de pedirme un breve
artículo sobre el documento de la Comisión Episcopal
para la Doctrina de la Fe, publicado con fecha 28 de agosto. Agradezco el
ofrecimiento. El documento se propone ofrecer Orientaciones doctrinales sobre
la oración cristiana, y en él se habla del zen, en concreto del zen entre
cristianos.
Escribo como laica consagrada en el instituto
“Mujeres de Betania” y como maestra zen de la Escuela Zen Zendo Betania, con sede
principal en Brihuega (Guadalajara). Quiero hacer constar con agradecimiento,
que desde 1986 he recibido la confianza de los sucesivos obispos de la
diócesis, y antes de Mons. Tarancón en Madrid. En 2017, en una Eucaristía del
Papa Francisco en Santa Marta, le entregué mi libro Zendo Betania, donde convergen zen y fe cristiana (Bilbao 2016) y le conté a qué me
dedicaba. Lo acogió con aprecio.
Antes de estar dedicada enteramente a la transmisión del zen entre
cristianos y no cristianos, estuve dando clases de ecumenismo y, en menor medida de diálogo interreligioso, en varias facultades de
teología.
Quisiera ampliar la mirada sobre el documento situándolo en el horizonte
del momento por el que pasa la humanidad. Lo procuro hacer como cristiana “que
ha de ser más pronta asalvar la proposición del
próximo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende,
y, si mal la entiende, corríjale con amor” (EE de San Ignacio de Loyola).
Recordando la vez privachana, hablar un lenguaje que edifica (principio budista
de conducta social).
"Como cristiana también intento hablar un lenguaje que edifica
(principio budista de conducta social)"
I.- Como es sabido estamos inmersos en un profundo cambio de época, como no
se ha dado en dos mil cien años, según dicen los entendidos. Supone el paso de
una conciencia mental a la conciencia integral,
también llamada mística, que los místicos de todos los tiempos y latitudes
han vivido como precursores. El punto de inflexión, dicen, tuvo lugar a
mediados del siglo XX, pero ya se venía abriendo paso desde comienzos de la
Edad Moderna.
Eso explica la atracción que ejerce el budismo, que como su nombre
(buddha-despierto) indica, se centra en “despertar” a la dimensión esencial, a
“lo que no cae en sentido” (expresión de San Juan de la Cruz y de un
maestro zen japonés). En nuestras latitudes diríamos: despertar a una visión mística de la
realidad. Es comprensible que este paso de la conciencia mental a la mística
conlleve tensiones entre mentalidades, acompañado de inseguridad, de miedo, de
tentación de volver a las ollas de Egipto, de agarrarse a lo viejo conocido, a
algo que ofrezca sensación de seguridad. Mientras tanto, otros reman mar
adentro confiadamente.
II.- Justo a mediados del siglo XX el papa Juan XXIII, con sensibilidad
profética, convocó el Concilio Vaticano II, que duró de 1962 a 1965. Para el
tema del zen y del zen entre cristianos son especialmente importantes dos
documentos: Nostra Aetate y Ad Gentes. En el primero los obispos de todo el mundo reunidos en Concilio
declararon: “La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en (las diversas
religiones, que ha mencionado antes) hay de santo y verdadero” y, por
consiguiente, exhorta a los cristianos “a que con prudencia y caridad, dando
testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan
aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (Nostra Aetate 2).
En el primer borrador se hablaba explícitamente de zen y yoga, luego lo dejó
abierto a más tradiciones.
Incluso lo concretaron todavía más en otro documento promulgado también
solemnemente en diciembre de 1965, diciendo: “Consideren con atención el modo
de asumir en la vida religiosa cristiana las tradiciones ascéticas y contemplativas, cuya semilla había Dios esparcido con
frecuencia en las antiguas culturas antes de la proclamación del Evangelio” (Ad
Gentes 18).
Desde entonces muchos cristianos en todo el mundo están practicando
zen. A España el zen entre cristianos llegó
en 1976 con el jesuita y maestro zen H. M. Enomiya-Lassalle. Él había colaborado
en la redacción del borrador del segundo de los textos conciliares antes
mencionados, siendo profesor en la universidad Sofía de los jesuitas en Tokio.
Michael Amaladoss SJ atribuye un significado profético a los cristianos que
se acercan al zen u otros caminos. No se trata de crear una tercera identidad
religiosa superior, sino de vivir una tensión
fructífera entre zen y fe cristiana, que favorezca el flujo de un diálogo
que hoy día es más necesario que nunca como contrapeso importante frente al
fundamentalismo. El encuentro entre budismo y cristianismo es un hecho
histórico de gran importancia en nuestro tiempo. Es significativo para la paz y
el bien de la humanidad y de la Tierra.
III.- “Asumir” (in vitam religiosam christianam assumi possint), como se
lee en Ad Gentes 18, no significa adaptar elementos sueltos, métodos, técnicas
etc. Eso es colonialismo a nivel espiritual, como dice AMA Samy,
jesuita y maestro zen en India. El Concilio ve más lejos e invita a un
encuentro vivo, no meramente intelectual, entre zen y fe cristiana.
"El zen procede del budismo Mahayana, en cuyo centro está el
bodhisattva, ser iluminado, en quien la experiencia de unidad con los que
sufren lleva a la compasión"
Como en todo encuentro humano auténtico, el diálogo interreligioso budista-cristiano transforma a ambas partes sin
que pierdan su identidad; la reencuentran a un nivel más profundo e incluso la
ennoblecen. Para eso es necesario que el budista sea realmente budista y se le
reconozca como tal y el cristiano sea realmente cristiano y se le reconozca
como tal.
Solo desde este punto de vista se entiende el diálogo intra-religioso,
diálogo de dos tradiciones espirituales dentro de una misma persona, como es el
hecho de que en Zendo Betania cristianos
practiquen zen, sin que esto lleve a un “zen cristiano” (expresión
empleada en el documento) o a un “cristianismo zen”.
Este encuentro entre zen y fe cristiana produce una doble conversión: por una parte hace posible entrar en la perspectiva del zen y, por otra,
lleva a descubrir una dimensión más profunda de la propia fe cristiana.
IV.- Pasar del rechazo mutuo entre las religiones al aprecio mutuo,
ciertamente puede crear confusión; esto está a la vista. Se camina entre
aciertos y desaciertos, necesitados de orientación, hacia la madurez. Estoy de
acuerdo con la comisión episcopal en la necesidad de aportar luz y discernimiento; a ello me dedico desde hace más de treinta años. Considero que hay que
hacerlo como comadrona más que como juez, intentando comprender y apreciar lo
que está naciendo, por mucho que venga necesitado de purificación.
Sin embargo, no es eso lo que se percibe en el documento, y se entiende que despierte malestar, tristeza, indignación en muchas
personas, cristianos que practican zen. Deja “estupefacto el poco rigor, poca
seriedad y falta de respeto con que se trata el tema. El desconocimiento que
puedan tener sobre el zen no disculpa, sino todo lo contrario, pues
precisamente como pastores y guías espirituales, hay que esperar seriedad,
rigor y respeto”.
Además se echa en falta el espíritu del Concilio Vaticano II, la valoración
del diálogo interreligioso, incluso de la tradición mística cristiana, a pesar
de nombrar en algún momento a Santa Teresa. No se puede entender
el zen sin valorar la mística cristiana. De aquí que Enomiya-Lassalle SJ
escribiera el libro Zen y mística cristiana, el más largo de
cuantos ha escrito (Madrid 1991, Brihuega 2003). En nuestras latitudes es un
puente importante para la comprensión del zen San Juan de la Cruz.
V.- “Zen no se basa en palabras y letras, apunta directamente al corazón
humano y lleva a ver y a vivir despiertos”; son palabras atribuidas al
Bodhidharma, monje seguidor de Buda, que según la tradición, llegó en el siglo
VI de India a China. Allí, en contacto con el
taoísmo nació el ch’an, zen. En el centro está la experiencia viva de “lo que
no cae en sentido”, de lo que es vacío para los sentidos, del misterio, dicho
en un lenguaje cristiano. La fe cristiana vive este misterio como bondad, amor.
En su centro está la experiencia del Amor, que se manifiesta en Cristo, imagen
visible de Dios invisible (Col 1,15-17). Es lo que enfatiza la fe cristiana.
Zen acentúa la perspectiva de lo
innombrable, invisible, del vacío, que la realidad no se agota con lo que perciben
nuestros sentidos y el entendimiento. En el lenguaje cristiano es misterio,
plenitud. Zen insiste a la vez que no hay verdadero vacío que no sea a la vez
forma.
La experiencia es que lo enfatizado por uno
no excluye lo enfatizado por el otro, sino que lo presupone de alguna
manera, bien como raíz y origen, para ser auténtico, bien como manifestación de
la propia experiencia para ser verdadero. Así, el amor que no tiene su raíz en
el misterio, no es verdaderamente amor cristiano y cae fácilmente en activismo.
Basta leer el himno al amor del apóstol Pablo, recogido en la primera carta a
los Corintios: “Aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las
llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha” (1 Co 13,3). Y, por otra parte,
para el zen no es verdadero despertar, o iluminación, el que no lleva a la
compasión. El zen procede del budismo Mahayana, en cuyo centro está el
bodhisattva, ser iluminado, en quien la experiencia de unidad con los que
sufren lleva a la compasión.
VI.- Un cristiano que practicara zen y se quedara atrapado en la
experiencia del vacío, andaría equivocado incluso desde el punto de vista zen,
porque esto no sería el verdadero vacío, el cual es la
maravilla de las cosas que existen, shin-ku myo-u. Vacío-forma son
inseparables. El verdadero vacío siempre implica la capacidad de ver cada cosa
tal cual es, capacita para ver las diferencias y gustarlas, cuidarlas y
respetarlas, capacita para el compromiso social. Si en el zen alguien se queda
atrapado en el vacío, esto se considera “enfermedad zen” o “haber caído en la
cueva del diablo”.
Si un cristiano que se ha adentrado por un camino místico, como lo es el
zen, no llega a un despertar auténtico, puede acabar llegando a las mismas
conclusiones que Fa-Ta, un monje chino de principios del siglo VIII que,
habiendo estado primero agarrado a la letra del Sutra del Loto, tras comprender
lo ilusorio de esta actitud, estuvo a punto de caer en el extremo opuesto y
rechazar de plano cualquier sutra. Pero entonces Hui-neng, el Sexto Patriarca
Zen, le dijo: “¿Por qué lo vas a dejar, no tiene nada de malo? El que está más allá del sí y del no, es el verdaderamente iluminado.”
Un cristiano en semejante situación, puede ir a parar a lo mismo que los
“alumbrados” del siglo XVI, que rechazaron las escrituras, los sacramentos, la
ética. El doctor Marañón los considera “místicos de torpe calidad” y dice: “El
alumbradismo de 1525 es una vía espiritual degenerada (...) Es a la mística
del recogimiento como la cizaña
al trigo, como la sombra al cuerpo, como lo mal entendido a la verdad, como lo
mal vivido a la ortopraxis.” Según el franciscano Ortiz, en el caso de los
alumbrados se trataba de “mal entendimiento de verdaderas palabras”. Algo
parecido ocurre hoy, cuando falta una orientación adecuada.
VII.- Hace unos treinta años y pico empecé a tomar conciencia de que el zen
mal orientado, no maduro, además de llevar a modos de actuar erróneos y
destructivos, acarrea necesariamente un choque con la fe cristiana, haciendo
imposible un verdadero encuentro. Un zen desvirtuado no
puede estar en armonía con la fe cristiana, la deshace. Hace falta cuidar zen
auténtico y fe cristiana auténtica, para que haya encuentro fructífero.
El resultado de estas reflexiones muy escuetas, basadas en la práctica, ha
quedado plasmado en libros editados por Zendo Betania, en especial: El verdadero vacío, la maravilla de las cosas, sobre el despertar
auténtico, basado en escritos del zen original (2008), Atrévete con el dragón vivo, sobre la práctica correcta del zazen
desde los “antiguos” (2009) y Guía del caminante, sobre el cauce ético
(2003 y 2011).
El Espíritu Santo obra en todo
corazón sincero, sea de la religión que sea. ¿No sería bueno recordar, entre
otros pasajes evangélicos, que existe una breve oración, que hemos asumido y
siempre repetimos antes de comulgar, y que se debe a un centurión romano, ni
siquiera de un judío, ante el que Jesús exclamó, que en todo Israel no había
encontrado fe tan grande?: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero
di una sola palabra…” (cf. Mt 8,10) Jesús se asombra ante la fe de él y de la
mujer sirofenicia que ruega por su hija, y de otras personas no judías.
“Vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán en el banquete del Reino de Dios”
(cf. Lc 13,29).
“Llena está toda la tierra de su gloria” (Is 6,3), le fue dado ver y
proclamó el profeta Isaías en tiempos muy
difíciles del siglo VIII antes de Cristo. Seguimos cantando “llenos están el
cielo y la tierra de tu gloria” y confesando “tuyo es el poder y la gloria”, a
pesar de las noticias sobre los graves problemas en nuestro mundo que lo
parecen contradecir. El buen capitán, navegando por mar agitada, enseña a
seguir adelante, y no intenta regresar al puerto de salida, no sea que se hunda
el barco en el camino de vuelta.
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