viernes, 25 de marzo de 2022

La Cuaresma prepara la Pascua

La conversión entendida como ética del cuidado
¿Y si entendiéramos la conversión como un compromiso más evidente de cuidar la fragilidad propia y ajena? ¿Y si midiéramos nuestro nivel de conversión por el nivel de nuestro cuidado?

¿Cómo poner carne y rostro a esta espiritualidad del cuidado? ¿Cómo apuntar a caminos posibles para que una persona se anime a entrar en la espiritualidad del cuidado, a convertirse cuidando?

 Demos alguna pista:

1) Cuida el planeta: Ya vamos aprendiendo. Somos más cuidadosos/as, aunque siempre se puede hacer más. Pero quizá haya que conseguir otra mirada sobre lo creado, no solamente como algo fuera de mí, sino como algo de lo que hago parte. Casa común, barca donde navegamos todos, hermandad real… Una mirada nueva sobre casa criatura que se mueve. Eso sería algo estupendo, verdadera “conversión”. 

2) Cuida el nicho ecológico: Cuidar el ecosistema natural y social en el que se desarrolla la vida. No se trata de patriotismos excluyentes, sino una promesa de fidelidad a la tierra concreta en la que hoy se desarrolla tu vida. Eso hará posible que, por lo que sea, cambies de “nicho” y también lo puedas amar. Porque los amores son conjugables, mezclables, sumables.

3) Cuida la sociedad de todos: Y eso significa que tienen que caber todos, que pueden hacer parte todos, que hay posibilidad de que todos, sea quien sea, se sienta a la mesa. Conviértete a una comensalía social, a una mesa abierta, a una acogida fácil. Esa es buena conversión.

4) Cuida del otro: Vela para que el diálogo con el otro sea liberador, interesante, jugoso, constructor de sendas de relación buena. Cuida tu rostro ante el otro, su mirada, su brillo, su trasfondo. Déjate convertir por el rostro del otro, por su mirada que interpela. No te acuestes sin haber mirado bien el rostro de alguien. Y si puedes mirar un rostro empobrecido, quizá sea eso el comienzo de algo.

5) Cuida a los empobrecidos: Que es algo más que dar una ayuda, un socorro puntual, una pequeña opción de defensa de los frágiles. Interésate por sus caminos, aunque, a veces, parezcan meras estadísticas. Lee en la sociedad el derrotero de los que lo pasan peor. Apóyales, aunque tú estés mejor. No hables mal de ellos, aunque haya motivos (“Hablar mal de los pobres es hablar mal de Jesucristo”, decía san Francisco). Cree que la suerte de los frágiles depende en alguna medida, aunque sea pequeña, de tus comportamientos.

6) Cuida de tu corporeidad: Que es más que la mera corporalidad. Es el ser humano como un todo vivo y orgánico que incluye la historia personal, los sentimientos, las maneras de ver la vida, la “mochila” que uno lleva consigo. Cuidar el cuerpo de uno es cuidar la piel y lo que hay debajo de la piel. Es cuidar la fragilidad de algo hermoso y vulnerable. Cuidar el cuerpo significa cuidar lo que nos va ocurriendo en la vida, compromisos y trabajos, encuentros y crisis, éxitos y fracasos, salud y sufrimiento. Así nos convertimos en personas maduras, autónomas, sabias y libres.

7) Cuida de tu integridad: La persona es cuerpo, es mente, es espíritu. Todo junto y mezclado. Cuidar todas las dimensiones en el mayor equilibrio posible. No hace falta recurrir a trascendencias heterónomas. En la misma realidad humana hay espacio para todos estos elementos. Mantén una vida lo más sana posible, una mente lo más “higiénica” posible, un espíritu lo más luminoso posible.

8) Cuida de tu alma: Que es lo mismo que decir: cuida tu interioridad, ese espacio de dentro del que depende mucho de comportamiento externo. Alimenta tus raíces, cuida tu espiritualidad básica, eso que alienta en el fondo de esta humilde realidad que es la vida. Cuida los sentimientos, los sueños, los deseos, las pasiones contradictorias, las utopías escondidas en el corazón. El cuidado es la dirección correcta.

9) Cuida de tu espíritu: Que son los grandes sueños de Dios y los de la persona que coinciden ambos en el sueño de la fraternidad humana, universal. Mantén siempre vivas las grandes preguntas, aunque no logremos dar respuesta cumplida a muchas de estas. ¿Cuánta luz hace falta para iluminar lo oscuro? ¿Qué significa realmente estar perdidos en el universo? ¿Por qué lloramos la muerte de quienes amamos como algo irreversible? Cuidar el espíritu es no desistir de tal clase de preguntas. El cultivo de la mística colabora con la ética del cuidado.

 ASÍ TERMINA EL AUTOR DESCONOCIDO

La Cuaresma prepara la Pascua. Si vivimos la Cuaresma de este año bajo la ética del cuidado, la Pascua habría que vivirla en la certeza del cuidado de Jesús Resucitado a nuestra existencia. Si estamos cuidados por él, la posibilidad de que nosotros nos cuidemos aumenta. Jesús es nuestro gran Cuidador, el más interesado en nuestro bien, en nuestra dicha. Desde ahí el tiempo de Pascua puede ser entendido y vivido como un tiempo de alegría honda y de sosiego.

- Texto recogido de la página web de los Hermanos Capuchinos, María Medina nos comparte esta invitación para vivir la cuaresma-

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